AGAR

PODEMOS FLORECER EN MEDIO DEL DESIERTO

Agar era una mujer egipcia que servía como esclava en la casa de Abraham y Sara. Su ama no podía tener hijos, por lo cual le dio a esta muchacha la encomienda de parir un hijo para perpetuar el linaje de Abraham. En su vejez, Sara pudo quedar embarazada y decidió que ya no quería que la esclava y su hijo vivieran bajo su mismo techo. Agar y su hijo fueron despedidos y abandonados en un desierto repleto de cactus, a la merced de gente malvada, expuestos a la furia de los animales salvajes y a las inclemencias del terreno y el tiempo. Sus provisiones fueron solo un poco de pan y agua, las cuales le dieron para que se sostuvieran en la travesía. El desierto fue para ellos una carrera de obstáculos donde pasaron necesidades, tuvieron miedo y estuvieron expuestos a peligros. Ella pensó que su hijo Ismael iba a morir, pero Dios le ofreció Su ayuda, a pesar de que ella no creía en Él. Finalmente cruzaron el desierto con éxito y no solamente sobrevivieron la travesía, pero también prosperaron. Ella nunca intentó regresar a buscar auxilio a donde sabía que no era bienvenida ni respetada, sino que prefirió curarse sola las heridas causadas por cada espina que atravesó su cuerpo, mente y alma durante su trayectoria por el árido desierto. Todas hemos tenido nuestras travesías por el desierto, que son esas etapas difíciles de la vida donde pensamos que no vamos a sobrevivir. Una vez que llegas al otro lado, el susto pasa y es reemplazado por recuerdos de la travesía, lo cual llamamos experiencias. Luego viene la mejor parte, que es quedarse solo con los recuerdos que bendicen. Imagínate que en ese desierto encontraste cactus que te dejaron marcas de espinas, pero que gracias a su fruto pudiste alimentarte. O cuando la belleza de sus flores te alegró el corazón. Desde tu nuevo destino recordarás aquellos cactus florecidos y con frutos que disfrutaste en medio del desierto y bendecirás el cactus que te alimentó, no el cactus que te hirió.

Agar fue una mujer independiente, sencilla, organizada y buena madre con una historia inspiradora para Mujeres sin Marido. De su legado podemos aprender lo siguiente:

•Debemos continuar la travesía sin mirar atrás ni añorar el pasado.

•No vale la pena competir con otras mujeres por el amor de un hombre.

•Es sabio aceptar cuando alguien no quiere tenernos en su vida.

•Debemos batallar con todas las fuerzas para sobrevivir.

•Dios es nuestro proveedor, quién nos da la provisión.

•Es apropiado arriesgarse para tener un mejor porvenir para nuestras vidas y familias.

•Es aceptable llorar desconsoladamente cuando sea necesario.

•Puedes criar a tus hijos de la mejor manera, con un padre presente o sin él.

Dios quiere que termines de cruzar con éxito cualquier desierto que enfrentes, porque lo que te espera es bendición. Mujer, decide que serás una sobreviviente, pero no una de esas mujeres que se victimizan y que solo muestran sus heridas. No te enfoques en quejarte de lo mal que te fue en el desierto, sino de lo que aprendiste, de lo bien que te va y de la esperanza para el futuro. Si vas a decir que sobreviviste el desierto, no enseñes las marcas de las espinas, enseña las flores que recogiste en el trayecto.