La Magia de la NavidadMuestra

Mirando al rey equivocado

En tiempos de Herodes, rey de Judea. . . - Lucas 1: 5

El rey Herodes el Grande era el hombre más poderoso de toda Judea. Construyó palacios ostentosos y una ciudad en el Mediterráneo que rivalizaba con Roma. Podía tener cualquier cosa que el dinero podía comprar o que el poder podía obtener. Sus súbditos estaban celosos e hicieron bromas sobre cuánta comida podía comprar uno de los palacios de Herodes. Sabían que Herodes era egoísta e inseguro, pero lo insidioso era que, en sus pensamientos secretos, todos querían ser Herodes. El opresor egoísta tenía todo el poder y el dinero, y eso era lo que sus súbditos creían que querían.

Mientras todos miraban a Herodes, un nuevo rey, el Mesías prometido, nació en las circunstancias más humildes y discretas imaginables. Las condiciones alrededor de su simple nacimiento, prepararon el escenario para una vida de desinterés propio, interés por los demás y amor. Había llegado un nuevo reino y casi nadie lo notó. No era lo que esperaban.

Hoy en día, los opresores fuertes en este mundo abundan y la gente sufre. Al parecer, el poder y el dinero ilimitados tienden a corromper, pero la humanidad todavía desea ambos. Odiamos a los líderes opresivos, pero aún deseamos lo que tienen.

A veces pienso, si tuviera un reino, haría las cosas de manera diferente. En realidad, soy parte de un reino, el reino más grande en la tierra dirigido por un Rey todopoderoso que tiene para mí cosas muy específicas para hacer.

“El Espíritu del Señor Soberano está sobre mí, porque el SEÑOR me ha ungido para llevar buenas noticias proclamar buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado para consolar a los de corazón quebrantado y a proclamar que los cautivos serán liberados y que los prisioneros serán puestos en libertad. Él me ha enviado para anunciar a los que se lamentan que ha llegado el tiempo del favor del Señor junto con el día de la ira de Dios contra sus enemigos” (Isaías 61: 1–2 NTV).

Estoy muy agradecido por mi Rey, pero el ruido de otros reyes a veces nubla mi visión. El agradecimiento debe dar paso a la acción. Una gran bendición implica una confianza, una responsabilidad. El Espíritu del Señor Soberano está sobre mí. La magia de la Navidad es que mi Rey me ha elegido para ser parte activa con mis acciones de proclamar buenas noticias a los pobres.

Entonces, ¿qué debo hacer? ¿Quién soy yo para ayudar? Encuentro un gran consuelo al saber que mi Rey ya lo ha determinado. Solo necesito preguntar, escuchar y estar dispuesto a actuar.

Durwood Snead
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