Biblia en Un Año - ÉxodoMuestra

El capítulo 20 de este poderoso libro, me hace reflexionar de la importancia de formar a los hijos en la fe de Dios. Lo menciono porque pudiera parecer excesivo, injusto, incomprensible cuando se lee por primera vez se puede caer en el sentir del enojo contra un Dios tirano. Pero no es así.

A quienes se nos enseña desde bebés estos principios bíblicos (mandamientos) entendemos que son mucho más que leyes para gobernar la vida de los israelitas. Son parte de un pacto y beneficios sobre ellos; hablan de un espejo que nos muestra donde estamos sucios o pudiéramos quedar sucios, pero hay una sangre divina que nos limpia de todo pecado.

Y no solo esto: nos proporciona una paz terrenal necesaria para la sociedad en que vivimos, ya que los primeros cuatro mandamientos hablan de la relación con Dios, pero el resto (6) están orientados a nuestra relación con los semejantes, como una manera de honrar la vida humana.

Cuesta imaginar que la solución a nuestros problemas esté en escuchar correctamente, esto representa un acto de sujeción. Es sintonizar la frecuencia de Dios y aumentar el volumen en medio de ondas con las cuales el mundo quiere distraer.

La Escritura registra que después de los mandamientos, se establecen las leyes a los esclavos. Interesante.

Me pregunto:

¿Verdaderamente los israelitas no deseaban escuchar a Dios por la potencia de Su Voz que les provocaba miedo o por las leyes que ellos consideraban excesivas?

¿No es lo que anhelamos todos los cristianos?,

Oír fuerte al Señor hablándonos, aun cuando fuera una vez.

Tenemos la costumbre de ver con escepticismo toda experiencia que no hayamos vivido y descartar a la persona pensando que comparte nuestra misma manera pero:

¿Por qué seguir viviendo en el ámbito de lo normal?

¿No podremos pedir a Dios la experiencia de lo sobrenatural que acompaña este libro de plagas, liberación, maná, etc.?

Consideremos si nuestra fe se ha encerrado en una caja de lo “seguro y cómodo” y empecemos a avanzar a lo que Dios nos ofrezca.

Oración:

Padre: porque Tú eres nuestro Dios que nos ha sacado de tierra de Egipto de casa de servidumbre, reconozco que eres Dios fuerte, celoso, que así como bendices hasta mil generaciones, estableces los juicios en la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación. Has establecido la gracia para movernos en Ti, para no fallar, para no errar el blanco. Deseamos nuestra oreja sea horadada en señal de pertenencia a ti. Amén.