Enraizado en amor: Viviendo la vida cristiana en plenitudMuestra

Transformado a Su imagen

Los espejos antiguos no eran tan nítidos como los nuestros. Eran un poco brumosos y borrosos, pero aún así podían reflejar la imagen de lo que estaba en frente. En 2 Corintios, Pablo usa este ejemplo para describir cómo nos vemos a nosotros mismos crecer a la semejanza de Cristo a lo largo de nuestra vida. En el capítulo 3, exploró la idea de cómo, a diferencia de Moisés en el Antiguo Testamento que usó un velo para evitar ser cegado por la luz de Dios, ahora ese mismo Dios se ha revelado a nosotros en la persona de Jesucristo. Podemos ver "la gloria de Señor con rostros sin velo". Al mirar esa gloria, Su compasión, humildad, sanidades, enseñanza, muerte y resurrección, vemos justo frente a nosotros la imagen de Dios. Seremos gradualmente transformados a esa imagen al ver la gloria de Dios revelada en el rostro de Cristo, tal como un espejo toma la imagen de lo que se ponga en frente.

El teólogo del cuarto siglo Gregorio de Nyssa usó esta idea muy seguido: La naturaleza humana es como un espejo en su habilidad de cambiar de acuerdo con las diferentes impresiones de su libre voluntad. Cuando pones oro frente a un espejo, este toma esa apariencia por el reflejo que brilla como la sustancia real. Así también, si está frente a algo repugnante, imita su fealdad por apariencia. Por ejemplo, un sapo, un renacuajo, un milpiés, o algo repugnante; así reproduce lo que se le puso en frente.

Sea que encuentres renacuajos, milpiés "repugnantes" o no, el punto de Gregorio es que, como el espejo toma los colores y forma de lo que lo enfrenta, nosotros tendemos a tomar la forma e imagen de lo que ponemos frente a nuestra vista. Los espejos antiguos eran hechos de metal pulido, y a menudo mostraban una imagen borrosa. Esto nos ayuda a entender que podemos reflejar la imagen de lo que vemos imperfectamente, pero lo que miramos fijamente determina lo que pasa a nuestras almas. Entonces, en lo que invertimos el tiempo mirando es importante. Todo lo que leemos, miramos en la TV, páginas web, YouTube o Netflix, nos moldea poco a poco y sutilmente bien sea positiva o negativamente. Dependiendo de a quién sigas o el contenido que llene tu red social, las horas pasadas en Twitter, Facebook o Instagram pueden levantar o anudar tu espíritu. Entonces, el consejo de Pablo, de Gregorio y de muchos otros cristianos sabios del pasado, es: asegúrate de llenar tu corazón y mente con lo que vivifica, con lo verdadero, honesto y sabio. Jesús dijo una vez: "Tu ojo es la lámpara del cuerpo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo está lleno de luz; pero si no está sano, tu cuerpo está lleno de oscuridad". Lo que entra por tus ojos afecta más a tu corazón que lo que va a tu estómago. Esto en particular nos recuerda de la importancia de la adoración. Al buscar al Dios de nuestro Señor Jesucristo a diario, en especial los domingos, lo hacemos pidiendo al Espíritu Santo que haga a Jesús una realidad; así somos lentamente transformados a la imagen de Cristo, quien llena nuestra atención. Es un llamado a hacer de la adoración, la oración y la lectura de la Biblia una prioridad. Sí, habrán momentos en los que no podremos ejecutar nuestros actos de adoración regulares, pero tratemos de no dejar el hábito de mirar el rostro Jesucristo de forma intencional y regular. Es así como nosotros, al igual que los antiguos espejos, podemos tomar esa similitud mientras crecemos hacia la madurez.

Preguntas para reflexionar

1. ¿Cómo pueden tus actuales patrones de adoración, oración y lectura bíblica estar impidiendo tu crecimiento espiritual?

2. ¿Qué pequeño paso puedes dar para hacer más prioritaria la adoración en tu vida?

3. ¿Qué pequeño cambio puedes hacer para ser un reflejo más parecido a Jesucristo?

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