Fieles a la voluntad de DiosMuestra

Historia que deja huella

Se levantaron grandes evangelistas en el pensar teológico de Latinoamérica, con celo sincero, pero con un conocimiento limitado del evangelio del reino, el evangelio de la riqueza de la gracia en Cristo, así como de las verdades presentes del nuevo pacto. Sembraron en la mente de los creyentes un afán escapista del mundo, un temor apocalíptico y un aislamiento a los asuntos de la vida. Todos creyeron el mensaje que con fervor predicaron: «¡Cristo viene pronto!». Ese mensaje castró el sueño de jóvenes, que tenían que ser la supra cultura que se estaba fraguando en el continente.

Mientras muchos jóvenes de esa generación abrazaron el sueño ideológico, se convirtieron en los que fueron a ser capacitados en el socialismo, para llegar luego a ser presidentes, diputados y senadores en nuestras naciones, alimentando esta filosofía e ideología que hasta el presente ha sido un desastre social y se están viendo las consecuencias. 

Otros jóvenes, en cambio dejaron las universidades, algunos empresarios abandonaron las finanzas, porque decían que había que servir al Señor «tiempo completo», encerrados en el templo, buscando la presencia de Dios, porque Cristo viene pronto y este mundo se acaba «porque le pertenece al diablo». Estaban sumergidos en un celo evangélico pero ignorante de las realidades del Espíritu en cuanto a la verdad de Dios. Se creó un mensaje legalista de condenación, de una santidad externa, haciendo de los rudimentos religiosos el fundamento de la fe. 

Ese mensaje anula al creyente de su capacidad de asumir la responsabilidad de entender la presencia e influencia en el mundo, sin importar cuando venga Cristo, sino que, hasta que eso ocurra, estamos para hacer real la vida del Espíritu, la riqueza de la gracia y anunciar el evangelio del reino de Dios.

No es casualidad que sea desde el Caribe, más precisamente desde Puerto Rico y República Dominicana, donde se establece una plataforma apostólica y profética que convoca a la iglesia de Latinoamérica. Estamos para revertir ese estado de cosas y aprender de nuestra historia evangélica, qué aspectos no se pueden repetir, qué asuntos se deben cambiar, qué pensamientos se debe renovar, qué reformas se deben provocar, para que veamos en Latinoamérica el avance efectivo de una iglesia que expresa la plenitud de Cristo, que de a conocer al mundo la multiforme sabiduría de Dios y que pueda ser sal de la tierra y luz del mundo. En cuanto a naturaleza, a excelencia, somos portadores de vida, naturaleza de Dios, que en esa naturaleza está expresada la vida de Cristo y la realidad de un reino que establece una supra cultura, entendemos que ese reino, no es de este mundo, pero sí está en este mundo.