Sanidad del almaMuestra

 La cura para el alma

Hemos visto, en los últimos días, cómo el alma puede estar contaminada de muchas cosas y, también, cómo podemos ser libres de esos pesos que nos estorban en nuestro diario vivir. Ahora bien, todo esto es posible si nuestro corazón es limpio delante de Dios.

Para tener esa limpieza de corazón, es necesario que recordemos lo que nos dice la Palabra en Ezequiel 36:26-27: “26 Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. 27 Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra”. Es así como debemos permitir que Dios ponga un nuevo corazón en nosotros para que podamos ser libres de todo peso del pecado y de la muerte.

Para que esto suceda, debemos entender que solo mediante Cristo Jesús podemos ser adoptados como hijos e hijas de Dios; cuando recibimos a Cristo como Señor y Salvador comienza en nosotros un largo y difícil cambio que dura toda la vida: Dios va quitando, poco a poco, todo aquello que nos impide una vida plena; Dios va haciendo su obra a través del Espíritu Santo y nos vamos alejando de aquello que contamina nuestro ser.

Si ya aceptaste a Cristo como Señor y Salvador, entonces, ten paciencia, que el que comenzó la buena obra la culminará hasta el día de Jesucristo; si todavía no lo has hecho, entonces, te invito a que oremos juntos y le aceptes para que la sanidad de tu alma comience:

Amado Dios, reconozco que mi alma está contaminada con muchas cosas que te desagradan, reconozco que por mis propias fuerzas es imposible lograr esa sanidad del alma; en este momento, acepto a Cristo como mi Señor y Salvador, y te pido que escribas mi nombre en el Libro de la Vida y me aceptes como tu hijo. Haz, en mi vida, lo que tengas que hacer, y dame esa libertad verdadera que solo, mediante Jesucristo, podemos obtener. Gracias, Padre, porque estoy seguro de que has escuchado mi oración y ahora soy tu hijo(a). Amén.