Santidad práctica: despojarse del viejo hombre – vestirse del nuevo hombreMuestra

Dimensiones de la santidad

La santidad es relativa a posición e instantánea por cuanto nace como consecuencia de nuestro encuentro con Dios. Es un fruto de nuestra salvación. Esta es absoluta en el sentido de que se trata de una obra hecha de una vez para siempre. “Porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados” (Hebreos 10:14). En Cristo, el creyente es puesto en la posición de santo. La vida cristiana se hace santa cuando se anda en Cristo. Pero a la vez es práctica y progresiva en el sentido de que el creyente debe seguir la santidad (Hebreos 12:14) y perfeccionar la consagración limpiándose de toda inmundicia (2 Corintios 7:1). 

Este doble aspecto de la santidad se comprueba en el uso del lenguaje en 2 Corintios 7:1: "…puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios”. Los tiempos verbales expresan esa conclusión. El tiempo aoristo denota una acción instantánea, completada en sí misma. Mientras que el presente continuo, implica una acción continua y progresiva. La palabra limpiémonos en el pasaje citado de 2 Corintios 7:1 está en tiempo aoristo, lo cual indica un acto momentáneo, de crisis (1 Corintios 6:11). Limpiémonos significa separarnos deliberada y decididamente de toda contaminación; separarnos de todo aquello que nos mancha y corrompe. La palabra perfeccionando está en presente continuo y significa avanzar constantemente o hacer progresos hacia una meta: ser conformados a la imagen de Cristo. 

La limpieza del pecado es efectuada en un momento por un acto de Dios, y es responsabilidad del Espíritu Santo, Quien nos capacita para vivir en santidad y justicia, como consecuencia de nuestra fe depositada en la obra expiatoria y redentora de Cristo; pero el crecimiento positivo en la santificación es un proceso permanente de perfeccionamiento que depende del creyente, de sus decisiones y elecciones diarias, aun cuando Dios es parte activa en ese proceso.