Santidad práctica: despojarse del viejo hombre – vestirse del nuevo hombreMuestra

La santidad requiere enfoque en Cristo e intencionalidad por el creyente

¿Qué es la santidad?

No se trata de andar con una aureola de impecabilidad, ni de practicar una vida religiosa cargada de ritos y liturgias, ni de adoptar el estilo de vida de un místico, ni de adoptar una vida ascética llena de reglas y normas. 

La palabra griega para santidad es hagios, cuya raíz significa ser apartado. Tiene dos matices: ser apartado de y ser apartado para. Somos apartados del mundo y separados para el servicio a Dios. La santificación incluye: separación, dedicación, purificación, consagración y servicio a Dios. 

La santidad es tanto un llamado como un requisito en el andar cristiano

Ahora bien, el procurar la santificación no debe verse como un simple acto de obediencia externa consecuencia de una vida de disciplina. No es un tomar de nosotros mismos, sino de Cristo, el Santificador. La santificación no es un atributo o virtud, sino Cristo en el corazón del hombre. No es un principio activo, sino un tomar de una persona: Cristo Jesús. Colosenses 3:4 lo expresa hermosamente: “Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste…”. Nacer de nuevo es estar en y con Cristo. Nuestra salvación comienza con Cristo, nuestra santificación progresa con Cristo y nuestra glorificación termina con Cristo.

El proceso de crecimiento en la santidad se inicia con reconocer nuestra posición de santos en Cristo, pero requiere para su desarrollo una intencionalidad, una decisión personal. Crecer en santidad implica un esfuerzo personal importante por descentralizar el yo del hombre y permitir que Cristo reine.

Dios desea y provee los medios necesarios para nuestra santificación, eso se llama gracia y es un don de Dios; pero el hombre debe dar una respuesta resuelta a la mano que Dios le tiende, eso se llama fe activa. Dios es el poder que actúa en el hombre, el hombre es el poder que re-actúa. Y es necesario que re-actúe.