[Serie 1 de Juan] Una visión del tribunal celestialMuestra

Tenemos un acusador

Si alguna vez has visto un juicio en el cine o en la televisión, sabes que ningún buen drama en la corte está completo sin un fiscal. En el tribunal celestial, no solo tenemos un abogado, tenemos un adversario, un acusador, Satanás, y él es un verdadero ser espiritual.

La Biblia describe cómo Satanás acusó a Job ante Dios, difamando los motivos de devoción de Job. En su libro, Zacarías revela que Satanás estaba al lado derecho de Josué, el sumo sacerdote, para acusarlo ante Dios. El libro de Apocalipsis dice, que Satanás nos acusa ante Dios día y noche.

A algunos de nosotros no nos gusta hablar de estas cosas. Sin embargo, es importante darse cuenta de que hay un acusador. Pero Dios es más grande. Cuando las acusaciones vuelan contra nosotros ante Dios, él remite al diablo a nuestro Abogado, Jesús, quien aplastó la cabeza de Satanás en la cruz para salvarnos, y quien pagó nuestra redención con su propia sangre.

El acusador te odia profundamente. Odia a tu familia, tu futuro y tu alegría. Intentará seguir mintiéndote, diciendo: «No eres una buena madre». «Eres un padre que no vale la pena». «Eres soltero porque nadie te quiere». «Si esto es el matrimonio, vete». «Dios no es bueno. Mira todo lo que te oculta».

En Apocalipsis leemos que los santos vencerán a Satanás con la sangre del Cordero y con la palabra de su testimonio, que explica cómo Jesús los salvó. Hay una canción de alabanza que dice: «Que el diablo sepa. Hoy no». Tal vez podamos tomar prestadas esas palabras mientras caminamos con Dios, realizando pasos de fe y obediencia. Cuando el acusador trata de detenernos, podemos avisarle: «Hoy no. Hoy, tengo un Defensor, tengo fe dentro de mi alma. No soy bueno en todo. No tomo muchas buenas decisiones. Pero Jesucristo está en mi corazón, derramó su sangre por mí y te ha aplastado».

Tal vez tu caminar con Dios sea una línea irregular, pero en Cristo te diriges hacia lo correcto. Es hora de que sepas que tenemos un Abogado fuerte ante Dios. Él pagó el precio por nuestra redención con su sangre. Él es nuestra fortaleza, y vive dentro de nuestro corazón