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Patas para arriba

DÍA 1 DE 10

Jesús se me hizo real cuando…

Sentado en mi oficina, mirando la pantalla en blanco, me preparo para escribir esto. Mi asistente me recuerda que tengo que devolver algunas llamadas. Decido hacer eso antes de empezar a escribir.

La primera llamada cae en el contestador y dejo un mensaje. La siguiente no sería tan fácil. Le devolvía la llamada a Brian. En mis anotaciones leí que su hijo de 18 meses había muerto unas semanas antes. No conocía los detalles, pero como tengo cuatro hijos, ni siquiera puedo imaginar una pérdida como la que sufre él. Oré mientras marcaba su número. Brian responde con tono monótono: “Hola”. He tenido muchas conversaciones como esta en los últimos veinte años y sé que no hay mucho que pueda decirle. De modo que, tras expresar lo mucho que sentía su pérdida, permití que un momento de silencio nos uniera en esta conversación.

Tras unos segundos, Brian dijo algo que yo no esperaba en absoluto: “Lo atropellé al dar marcha atrás”.

No pude decir nada.

Le dije que desconocía esa parte, y le pregunté si quería contarme lo que había pasado. Me explicó que no sabían que su pequeño había salido de la casa y que, de hecho, ni siquiera sabían que había aprendido a abrir la puerta para salir.

Al escucharlo, me pregunté cómo puede un padre, una madre, sobrevivir a una tragedia como esa. Cuando terminó de contar lo que habían vivido, dije algo que en estos casos siempre suena ridículo: “¿Cómo están?”.

¿Qué iba a decirme el hombre? Sin embargo, sabía que, por alguna razón, me había llamado semanas después de lo sucedido. Supuse que tenía en mente algo que quería decir. Tras describir su horrible experiencia empezó a decirme que había descubierto a Jesús como nunca antes. Su fe había pasado de ir a la iglesia cada tanto por tradición, a correr hacia los brazos de Dios en completa desesperación.

En mi computadora, yo tenía abierto el Word, y, sin pensarlo siquiera, anoté enseguida algo que me dijo en ese momento: “Siento que he llegado a este momento de mi vida en que no me queda nada, y resulta que por primera vez en mi vida Jesús se me presenta como real. ¿Entiendes? ¿Es algo tan inusual?”.

Sí, entiendo. Y no: no es inusual.

Descubrió a Jesús cuando llegó al final de su yo; cuando su yo ya no era nada. Oré por Brian y su familia, y luego colgué el teléfono y me pregunté cuántas personas dirían que han vivido este tipo de bella ironía. Abrí mi página de Facebook y posteé lo siguiente: “Completa esta oración: Para mí, Jesús se hizo real cuando…”.

En unas horas, había recibido cientos de respuestas. De una forma u otra, lo que Brian y todos mis amigos de Facebook expresaban podía encerrarse en una única respuesta: “Jesús se me hizo real cuando… no quedaba nada de mi yo y solo había quebranto”.

Ese “fin de mi yo” no marca solo un momento. Llegar a esa instancia en que muere mi yo implica un camino diario que tengo que recorrer porque allí es donde aparece Jesús y empieza mi vida de verdad en Él.

No es fácil llegar a ese punto en que no hay más yo, porque mi yo no quiere ir allí. Mi yo no quiere la confrontación y lo que más le interesa es que yo llegue lo más alto posible en todo; mi yo quiere el éxito.

Pero Jesús dice que quien quiera aferrarse a su vida la perderá, y que quien pierda su vida la encontrará. Dijo un montón de cosas como esa, de cosas que están patas para arriba, o al menos eso parece.

He llegado a darme cuenta de que si el yo consigue lo que quiere, entonces me perderé esa vida de verdad que puedo vivir; esa vida en la que amo a los demás; esa vida en la que marco una diferencia en el mundo.

¿No querrías también esa vida?

Día 2

Acerca de este Plan

Patas para arriba

La vida verdadera está donde ya no hay más yo, allí donde todo parece estar patas para arriba. Deja que Jesús te lleve por ese camino en el que tu yo llegue a su fin. El camino que te lleva directamente a tu verdadera vida en Él.

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Nos gustaría agradecer a Peniel por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://store.peniel.com/es/crecimiento-espiritual/469-patas-para-arriba.html