Patas para arribaMuestra
Una experiencia sin igual
Jesús, sentado en el monte, en el siglo I, en épocas de mortalidad infantil, de poca expectativa de vida, de hambruna, de enfermedades, de humillación nacional, dice: “Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación”. ¿Qué pensaba Jesús cuando dijo: “los que lloran”?
Primero, lloramos las verdaderas circunstancias de la vida.
Son esas cosas que rompen tus sueños, que te despiertan en el peor momento. No las escoges. No les abres la puerta, pero esas cosas la patean y la tiran abajo, e irrumpen en tu vida. Algo que no puedes controlar, que lo cambia todo.
Y cuando pasa eso — y si no pasó, ya pasará—, Jesús dice que eres bienaventurado.
Si las bienaventuranzas describieran la forma en que vemos la bendición desde la perspectiva cultural, dirían algo así como: “Bienaventurados aquellos a los que todo les sale como quieren”. Pero Jesús lo pone de nuevo en perspectiva y nos dice que cuando lloramos; cuando la vida se pone extremadamente difícil; cuando pasamos por el sufrimiento más profundo que hayamos vivido; cuando nos quebramos; cuando nos fundimos, entonces somos bienaventurados.
Suena a cosa dada vuelta, patas para arriba. Pero ¿y si el problema está en que pasamos la vida viendo las cosas al revés y las pensamos como si estuvieran al derecho? Por loco que suene, considera la posibilidad de que el mundo entero está loco y que Jesús tiene razón.
Si es así, entonces su mensaje sería que la bendición no depende de lo que pase afuera. Proviene de adentro, y hay bendición para nosotros únicamente al derramar determinada cantidad de lágrimas.
Se trata de la bendición que solamente puede encontrarse cuando se acaban tus sueños, cuando se acaba tu yo.
En una forma sorprendente, el sufrimiento crea espacio en nuestro espíritu para que podamos conocer y experimentar la bendición de la paz y la presencia de Dios. Sin sufrimiento, simplemente no podemos conocer su consuelo. Es cuando lloramos, cuando estamos de duelo, cuando experimentamos la bendición de la presencia de Dios.
Hay un profundo vacío que antes estaba lleno con cualquier cosa que hayamos perdido. Pueden ser cosas materiales o incluso relaciones y nada de eso es malo.
Pero cuando ya no está, queda un agujero que duele y allí está Dios para llenarlo.
Cuando llegas al final de tu yo, al quebranto, tienes la oportunidad de experimentar la presencia de Dios como no la sentiste nunca antes en la vida. Es posible que hayas amado cosas maravillosas y las hayas perdido, pero no hay nada más preciado que el abrazo divino.
Escrituras
Acerca de este Plan
La vida verdadera está donde ya no hay más yo, allí donde todo parece estar patas para arriba. Deja que Jesús te lleve por ese camino en el que tu yo llegue a su fin. El camino que te lleva directamente a tu verdadera vida en Él.
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Nos gustaría agradecer a Peniel por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://store.peniel.com/es/crecimiento-espiritual/469-patas-para-arriba.html