Permíteme presentarte a JesúsMuestra

¡Jesús, sé mi Señor y mi Dios!

Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!

Hay un poco de Tomás en todos nosotros, un poco de duda e incredulidad. Posiblemente por eso lo apreciamos. Hay esperanza para los Tomases que dudan.

El evento crucial en su vida es inolvidable. Jesús apareció a los discípulos en la noche de su resurrección, pero Tomás no estaba allí. Cuando los discípulos dijeron a Tomás que vieron a Jesús resucitado, Tomás no lo creyó. No es posible. «Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré».

Tomás está temeroso de creer. Él tiene miedo de esperanzarse y entonces ser devastado con la desilusión. Hay un poco de Tomás en todos nosotros. Pero Jesús nunca se rindió con los Tomases. Una semana más tarde, Jesús se aparece nuevamente a los discípulos y Tomás estaba allí.

«Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!» Jesús respondió a Tomás hablando. Si Jesús no fuese Señor y Dios, ¿cómo hubiera respondido? «Tomás, por favor. Sí, yo soy el Mesías. Sí, yo soy el profeta. Sí, yo soy el gran maestro. Pero no soy el Señor. No soy Dios». 

¿Acaso Jesús respondió de esa manera? Él afirmó a Tomás y recibió su declaración de fe. «Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron». (Juan 20:29).

Jesús ama eso, cuando nosotros vemos quién es Jesús realmente y lo adoramos como «Mi Señor y mi Dios». 

«Bienaventurados los que no vieron, y creyeron». (Juan 20:29).