Permíteme presentarte a JesúsMuestra

Jesús es la única elección que tú tienes

Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.

¿Alguna vez Jesús dijo algo tan asombroso como esto? ¿Alguna vez dijo algo tan controversial? ¿Tan difícil? ¿Quién habla así? ¿Puedes imaginar algún maestro religioso, cualquier líder político o líder militar, cualquier gran hombre diciendo eso?

Yo soy el camino. No solamente yo conozco el camino o apunto hacia el camino, sino que Yo soy el camino, el único camino.

Yo soy la verdad. No solamente que conozco la verdad o tengo la verdad, sino que Yo soy la verdad. Yo encarno la verdad. La verdad se encuentra en mí.

Yo soy la vida. No solamente una forma de vivir o una fuente de vida, sino la vida misma. Toda vida se encuentra en mí y no hay vida fuera de mí.

Nadie viene al Padre sino por mí. Jesús no está tratando de ser exclusivo o estrecho. Es justamente la manera que es. No hay otro sacrificio por el pecado, no hay otra fuente de vida, no hay otra manera para Dios.

Hay una escena llamativa en «La silla de plata» de C.S. Lewis:

«¿No estás sediento?» dijo el León.

«Estoy muriendo de sed,» dijo Jill.

«Entonces bebe», dijo el León.

«¿Sería posible que mientras lo hago, usted saliera de aquí?» dijo Jill.

El León respondió a esto, únicamente con una mirada y un leve gruñido. Y mientras Jill miraba su inmóvil cuerpo, se dio cuenta que ella bien pudo pedir que toda la montaña se hiciera a un lado para su conveniencia.

El delicioso y ondulante sonido de la corriente la estaba volviendo frenética. 

«¿Usted me prometería no hacerme nada, si yo vengo?» dijo Jill.

«No hago promesas», dijo el León.

Jill estaba tan sedienta ahora que, sin darse cuenta, se había acercado un paso más. «¿Usted come niñas?» ella dijo.

«Yo he devorado niñas y niños, mujeres y hombres, reyes y emperadores, ciudades y reinos», dijo el León. Yo no digo esto como si estuviera alardeando, o como si estuviera lamentándolo, o como si estuviera enojado. Solamente lo digo.

«No me atrevo a beber», dijo Jill.

«Entonces morirás de sed», dijo el León.

«¡Oh querido!» dijo Jill, acercándose otro paso. «Yo supongo que debo irme y buscar otra corriente entonces».

«No hay otra corriente», dijo el León.