[Serie Máximo Gozo] El fruto de la comunión Muestra

La bendición de una conciencia limpia

Amar correctamente, sinceramente y en verdad, es un acto de amor sacrificial. El tipo de amor que Juan nos insta a seguir. El tipo de amor que fluye desde el corazón de un cristiano nacido de nuevo, alguien que está arraigado en Cristo y cuyo fruto prueba que él o ella está viviendo en la luz.

Juan nos ha advertido sobre el problema de una conciencia corrupta; esa es la mala noticia. Cuando mi conciencia está obstruida por la culpa, no solo hay una barrera entre Dios y yo, sino que también soy incapaz de amar a los demás como Él nos amó.

La buena noticia es que hay una bendición que acompaña a una conciencia limpia:

“Queridos hermanos, si el corazón no nos condena, tenemos confianza delante de Dios, y recibimos todo lo que le pedimos porque obedecemos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada. Y este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y que nos amemos los unos a los otros, pues así lo ha dispuesto.” (3:21-23 NVI). 

¿Qué es lo contrario a la duda? La confianza, especialmente ante Dios. La bendición de una conciencia limpia es la confianza en Dios, es tener la certeza de saber que podemos acercarnos sin problemas ante el trono de la gracia. En el libro de Santiago, capítulo 1, se nos dice que el que duda cuando llega a Dios en oración: 1) No recibirá lo que está pidiendo; y 2) es un hombre de doble mente, inestable en sus maneras. 

Cuando entendemos que a través de la sangre de Jesús estamos limpios de toda maldad (incluso de la injusticia de la que no somos conscientes), no hay vergüenza, no hay barrera. Nuestro Padre nos ha limpiado, y podemos "permanecer" en Él. 

Como puedes ver, hay un vínculo directo entre nuestra conciencia y nuestra capacidad de amar que puede explicarse a través de esta ecuación:

Fe Sincera + Buena Conciencia + Corazón Puro = Amor Sacrificial

Mientras Juan concluye el pensamiento de esta sección sobre el amor correcto, regresa al mandamiento que Jesús nos dio: amarnos unos a otros como Él nos amó. Juan nos está mostrando que la cura para la auto-condenación es el auto-sacrificio. ¡Entrégate a Aquél que conoce tu corazón mejor que tú y ama en verdad!