Soy felizMuestra

Tu amor por mí siempre será

No podemos decir que amamos si no conocemos a nuestro Padre Celestial, porque Él es amor, su majestuoso amor divino es su esencia pura y sublime. El amor que no es un sentimiento fluctuante determinado por circunstancias, en realidad es decisión. Como sus hijos, disfrutamos de este maravilloso regalo de vivir la eternidad porque Dios decidió hacernos parte de esta vida plena. 

Su amor es inigualable por nosotros, un amor que permanece por la eternidad. Y nosotros hemos llegado a conocer y hemos creído el amor que Dios tiene para nosotros. Dios es amor, y el que permanece en amor permanece en Dios y Dios permanece en él. Ningún otro amor igual al suyo. El amor que decimos tener los seres humanos es limitado y condicionado a muchos factores externos. Pero el amor del Padre, va más allá de cualquier comprensión y comparación que nuestra mente pueda hacer. Por eso, damos gracias al Padre, quien nos ha dado la mente de Cristo, para entender y vivir este precioso amor.

Su amor es tan grande que excede nuestro concepto, gracias a su amor, podemos ser llamados sus hijos, entregó a su Hijo amado para morir por nosotros, porque sabía que de otra manera no iba a ser posible adoptarnos y hacernos sus hijos. Su perfecto amor, puso a su Hijo Jesucristo como el sacrificio completo, el Cordero sin mancha, pagó el precio más alto, porque desde allí ya no fue necesario otro sacrificio. Cristo cumplió toda exigencia por nosotros. 

Su gran amor derramado en sus hijos, para manifestarlo a esta sociedad y expresar que Cristo es la única esperanza de gloria. Con amor entrañable nos ama el Padre que por la gracia de Jesucristo podemos ver la gloria del Hijo en nuestras vidas, ver que su amor no tiene límites, fronteras, raza, cultura, religión, idioma… que volvió a su Hijo unigénito, como el primogénito de todos nosotros.

Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; Juan lo expresó con mucha propiedad en su primera carta. Cuánto amor, dado, derramado, expresado, pero no por azar, no. Con propósito. “Para que” es una expresión que denota propósito. No fue casualidad, la muerte de Cristo no se salió del gobierno del Padre. Al contrario, tenía propósito, y allí estábamos tú y yo, a quienes ahora llama: hijos.