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La gracia triunfante de DiosMuestra

La gracia triunfante de Dios

DÍA 7 DE 7

Aunque dependen enteramente de Él, no deben permanecer pasivos 

El hombre tiene una naturaleza activa y, por eso, tiene que crecer para bien o para mal. Antes de su regeneración, ciertamente está muerto en espíritu, pero en el nuevo nacimiento recibe vida divina. Obviamente, movimientos y ejercicios siguen a la vida y esos movimientos deben ser dirigidos por la ley del Espíritu de vida. 

Escuchemos las palabras de nuestro Señor: ¿Quién es el que me ama? El que hace suyos mis mandamientos y los obedece. Y al que me ama, mi Padre lo amará, y yo también lo amaré y me manifestaré a él.

Exhortaciones a una vida de santidad

Judas, en contraste con los apóstatas del versículo 19, dice a sus lectores: ustedes, en cambio, queridos hermanos, manténganse en el amor de Dios, edificándose sobre la base de su santísima fe. Es cierto, como dice Pablo, que el fundamento de Dios es sólido y se mantiene firme, pues está sellado con esta inscripción: El Señor conoce a los suyos

Sin embargo, Dios requiere que con nuestro esfuerzo colaboremos con Él de todo corazón en su plan de anunciar a los pecadores, que Dios los ha elegido para darles salvación eterna. Esta salvación se manifiesta en nuestra total santificación. Es por ello, que el apóstol Pablo declara: Que se aparte de la maldad todo el que invoca el nombre de Cristo.

Por eso, debemos ser solícitos en cuanto a nuestro propio crecimiento, y cuidadosos, tanto de nosotros mismos como del resto de los creyentes. No es suficiente estar fundamentados en la fe, sino que diariamente debemos crecer en ella más y más. El crecimiento en la fe, es uno de los medios destinados para nuestra preservación, tal como lo afirma el apóstol Pedro: Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

Nos sobreedificamos en la fe, mediante un conocimiento más profundo de ella. Escuche esto el sabio y aumente su saber, dice Salomón. Nos edificamos a nosotros mismos en la fe, cuando meditamos en su sustancia o contenido, creemos la Palabra y la hacemos nuestra en la vida diaria, cuando la aplicamos a nosotros mismos y somos gobernados por ella. 

Obsérvese, que se trata de una «santísima fe», porque requiere conocimiento y al mismo tiempo promueve la santidad personal. De tal manera que, nos distingamos de los profesantes carnales y apóstatas. Paralelamente, dice Judas: Orando en el Espíritu Santo, para así depender ferviente y constantemente de la presencia y poder divino que opera en nosotros. La oración en el Espíritu Santo, nos suple la fuerza de voluntad y de los afectos necesarios para cumplir con estos preceptos.

Debemos entender, que orar en el Espíritu Santo no es solamente orar en lenguas, sino orar en el conocimiento de la voluntad de Dios, que solo el Espíritu nos puede revelar. Él escudriña lo oculto de Dios y nos lo hace conocer en nuestro espíritu.

Día 6

Acerca de este Plan

La gracia triunfante de Dios

La oración que ahora ocupa nuestra atención, tiene un carácter particularmente cautivante, su belleza y bendición, se ponen de relieve cuando se examina, teniendo en cuenta su sombrío telón de fondo. Esta oración, pone fin a una de las más solemnes epístolas del Nuevo Testamento, y debemos leerla con temor reverente, lo mismo que con gratitud y alabanza. 

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Basilio Patiño autor del libro «Oración en el nuevo pacto» Tomos 1, 2 y 3, director de la Red Ministerial Apostólica REMA, en convenio con El Centro Network. Para conocer más sobre los ministerios visite http://www.redrema.org y http://www.elcentronetwork.com