¿Cómo agrado a Dios en todo?Muestra

El Dios de paz y la paz de Dios nos fortalecen en nuestras responsabilidades

El autor de la carta a los hebreos, ora «…para que hagáis su voluntad». Esta petición, pone ante nosotros, el lado humano de la vida, lo que el apóstol Pablo pide en favor de los santos, tiene que ver con las responsabilidades que tenían que cumplir, y para lo cual, era imperativo que contaran con ayuda divina. 

El pacto eterno, anticipó la entrada del pecado, por lo cual no solo proveyó, para que el pecado fuese quitado, sino para que la justicia eterna sea una realidad. Esa justicia, es la obediencia perfecta de Cristo, con la que fue honrada y magnificada la ley divina. La perfecta justicia de Cristo, es imputada a todos los que creen, pero nadie puede creer con fe salvadora, hasta que el Espíritu imparte el principio de justicia en su espíritu. 

Esa nueva naturaleza o principio de justicia, se manifiesta en la realización de buenas obras. No tenemos derecho, de hablar del Señor Jesús, como del «Señor nuestra justicia», hasta que personalmente seamos hacedores de justicia. El nuevo pacto, de ninguna manera hace innecesario, que los que participan de sus beneficios practiquen la justicia, sino que, suple los motivos más prácticos y poderosos, para movernos en esa dirección. La fe, obra por amor, siendo su propósito agradar a Dios.

En la medida que nuestras oraciones son guiadas, por las enseñanzas del nuevo pacto, tanto más estarán marcadas; porque los preceptos divinos, se transformarán en peticiones que, a su vez, fundamentaremos en el carácter y las promesas divinas, hechas la realidad de nuestra herencia en Cristo. Al meditar en la ley de Dios, el salmista declara, «Tú encargaste que sean muy guardados tus mandamientos». Pero al estar consciente de su propio fracaso, añadió: «¡Ojalá fuesen ordenados mis caminos para guardar tus estatutos!». 

El salmista no se limitó a lamentar los impedimentos que su pecado levantaba; al contrario, clamó: «Enséñame, oh Jehová, el camino de tus estatutos... Guíame por la senda de tus mandamientos, porque en ella tengo mi voluntad». Al entender y conocer más la palabra de Dios, descubrimos los detalles del elevado nivel de conducta que se nos exige. Esto, debería llevarnos a ser más definidos y diligentes, para depender de su gracia, en miras de cumplir nuestras diversas tareas. Al mantener una comunión más íntima con el Padre misericordioso, depender de la obra perfecta y completa de su Hijo, confiaremos que cumplirá su propósito en nosotros.