Fe y teología: Dr. John MacArthur. Preguntas y respuestasMuestra

Si debemos amar a nuestro prójimo, ¿quién es nuestro prójimo?

El abogado que le preguntó a Jesús qué debía hacer para heredar la vida eterna en Lucas 10: 25 conocía bastante bien los mandamientos. Pero cuando le preguntó a Jesús: “¿Quién es mi prójimo?” se nos dice que “quería justificarse a sí mismo” (v. 29). Reveló su carácter de autosuficiencia, así como su deseo de probar a Cristo.

La opinión preponderante entre los escribas y fariseos era que solo sus vecinos eran los justos. Según ellos, los malvados, incluidos los pecadores comunes (como los recaudadores de impuestos y las prostitutas), los gentiles y especialmente los samaritanos, debían ser odiados porque eran enemigos de Dios. Citaron el Salmo 139.21, 22 para justificar su posición. Como sugiere ese pasaje, el odio al mal es la consecuencia natural de amar la justicia. Pero el que una persona verdaderamente justa “aborrezca” a los pecadores no es una enemistad malévola.

Es un aborrecimiento justo a todo lo que es bajo y corrupto, no un odio personal y rencoroso hacia los individuos. El odio piadoso está marcado por un dolor de corazón quebrantado por la condición del pecador. Y como Jesús enseñó aquí y en otros lugares (6: 27–36; Mat 5: 44–48), también está marcado por un amor genuino. Los fariseos elevaron su hostilidad hacia los malvados a un estado de virtud, anulando el segundo Gran Mandamiento. La respuesta de Jesús a este abogado demolió la excusa farisaica de odiar a los enemigos.

Comparando al levita, una persona religiosa que ayudaba a los sacerdotes en la obra del templo, con un samaritano despreciado, que rescató al herido, Jesús invirtió la pregunta original del abogado (v. 29). El abogado asumió que les correspondía a sí mismos demostrarse como prójimo de los demás. La respuesta de Jesús deja en claro que cada uno tiene la responsabilidad de ser prójimo, especialmente de aquellos que están en necesidad.