Fe y teología: Dr. John MacArthur. Preguntas y respuestasMuestra

¿Qué desea Dios en nuestras ofrendas?

El rey David pidió ofrendas consagradas para la construcción del templo mostrando su ejemplo personal de generosidad (1 Cr. 29:3–4). Donó su fortuna personal a la construcción del templo, una fortuna incalculable. Él dijo: “Además de esto, por cuanto tengo mi afecto en la casa de mi Dios, yo guardo en mi tesoro particular oro y plata que, además de todas las cosas que he preparado para la casa del santuario, he dado para la casa de mi Dios: tres mil talentos de oro, de oro de Ofir". Asumiendo que un talento pesaba cerca de 75 libras, esto ascendería a casi 112 toneladas de oro, considerado como el oro más puro y de mejor calidad del mundo (Job 22:24; 28:16; Is. 13:12). Más 7.000 talentos de plata, que serían 260 toneladas, el valor total de estos metales preciosos ha sido estimado en billones de dólares.

Al dirigirse al pueblo, David señaló la frase: “de todo corazón, voluntariamente” (vv. 6–9). Esta es la clave de toda ofrenda voluntaria, es decir, dar lo que uno desea dar. Los diezmos eran requeridos para los impuestos, para financiar la teocracia, similar a los impuestos de hoy, la ley requería que fuesen pagados. Esto, sin embargo, es la ofrenda voluntaria y de corazón al Señor. El Nuevo Testamento habla sobre esto (Lucas 6:38; 2Cor. 9:1-8) y nunca exige dar un diezmo a Dios, pero los impuestos deben ser pagados a los gobiernos (Rom. 13:6–7). Pagar impuestos y ofrendar a Dios voluntariamente, conforme a nuestra devoción y a Su gloria, es ofrendar bíblicamente.

El pueblo se regocijó por la ofrenda que sumó “cinco mil talentos…de oro” (1Cr. 29:7). Esto asciende a 187 toneladas de oro, más 375 toneladas de plata, 675 toneladas de bronce, y 3.750 toneladas de hierro. Es una suma asombrosa estimada en billones de dólares. David responde a la extraordinaria ofrenda que expresa asombrosos sacrificios de riqueza, con adoración, en la que reconoce que todas las cosas pertenecen y provienen de Dios (vv. 10–15). David dice que las oportunidades de dar a Dios son pruebas del carácter: “prueban el corazón”, de la devoción del creyente hacia Dios (v. 17). El rey reconoce que la actitud del corazón es esencialmente más importante que el monto de la ofrenda en nuestra mano.