Hecho para esto: un estudio sobre identidad, pertenencia y propósitoMuestra
Pertenecer a Dios y pertenencia en Dios
Por Gabriella Silva
“Reconoced que el Señor es Dios; él nos hizo, y somos suyos. Somos su pueblo, ovejas de su prado”—Salmo 100:3 (NVI).
La primera vez que fui a visitar a mi amiga y a su bebé recién nacido, descubrí una faceta suya que nunca había visto. De repente había desarrollado un conocimiento intuitivo y protector por su bebé; él le pertenecía a ella.
El salmista comienza dirigiendo nuestra atención hacia Dios, el creador y sustentador del universo; quien hizo las galaxias, los colores, la gravedad y las células, que entretejió cada vida humana como parte de su creación.
El salmista continúa con una declaración que se podría pasar por alto en nuestra traducción; la frase “somos suyos” en hebreo puede entenderse tanto como “somos suyos” como “y no de nosotros mismos”. Ambas transmiten la misma idea, que el Comentario de Barnes explica así: “No somos creados por nosotros mismos; derivamos nuestro ser de Él. Todo lo que tenemos y somos se lo debemos a Él”. Dios nos hizo. Todo lo hizo Él, no tuvimos parte en nuestra formación, por tanto, somos total y únicamente suyos. Así como un bebé le pertenece a los padres que lo concibieron, nosotros le pertenecemos a Él porque nos hizo. Al ser creación de Dios, nuestro lugar en este mundo se encuentra bajo su amor y su cuidado.
Dios diseñó a cada persona con una necesidad innata de pertenencia; de ser el objeto de amor y afecto de alguien, de experimentar ser conocido y aceptado, de saber que se es miembro de un lugar o grupo. ¿Por qué? Para que pudiéramos encontrar y experimentar el sentido de pertenencia en Dios mismo. Aunque la pertenencia es una de nuestras mayores necesidades, debido al pecado somos propensos a buscarla en todas partes menos en Dios. Es más importante sentir que pertenecemos a nuestra familia, nuestro círculo social o nuestro grupo racial o étnico, que a Dios.
Encima, nuestra cultura promueve la mentira de que “cada uno se hace a sí mismo”, nos dice que creemos nuestro propio significado; que encontremos nuestra tribu y rechacemos a los que son diferentes. Sin embargo, la realidad es que no nos pertenecemos a nosotros mismos ni a lugares ni a personas con las que nos identificamos. Le pertenecemos a Dios. En Efesios 2:10 (RVR1960) Pablo escribe: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”. Somos suyos, creados por Él, y creados para su propósito.
Esto cambia profundamente nuestro sentido de pertenencia. Necesitamos comprender que somos de Dios. Por ese motivo nos cuida, nos conoce, nos ama y nos acepta por completo. Al ser su creación, Él tiene la última palabra respecto a quiénes somos y lo que hacemos con lo que Él nos ha dado. Esto significa que debemos presentar todo en nuestras vidas en primer lugar ante aquel que nos creó. Que nuestras vidas reflejen que somos la posesión preciada de Dios.
Pausa: ¿Refleja tu vida que perteneces a Dios? ¿En qué áreas de tu vida mantienes el control en lugar de entregárselo a Dios?
Practica: Escucha la canción «Known» de Tauren Wells y lee la traducción al español. Después, describe la manera en la que te ayuda a encontrar pertenencia en Dios.
Ora: Padre, te alabo, porque eres mi hacedor y mi Dios. No me pertenezco, sino que te pertenezco a ti, y eso es tanto un consuelo como un reto. Me reconforta saber que en ti encuentro la seguridad y aceptación que tanto necesito; debo afrontar que hay áreas en mi vida que debo entregar a tu autoridad. Ayúdame, Señor, a regocijarme en el regalo de ser tu posesión preciada. En el nombre de Jesús. Amén.
Escritura
Acerca de este Plan
¿Quién soy? ¿Por qué estoy aquí? ¿A dónde pertenezco? ¿Cuál es mi propósito? Si alguna vez te has planteado preguntas profundas como estas, no estás solo. En el fondo, todos sentimos que hay algo más en esta vida, que fuimos creados para algo más. En este estudio de 15 días, descubriremos quiénes debemos ser, dónde podemos encontrar un verdadero sentido de pertenencia y aceptación, y el propósito con el que Dios nos creó.
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