Dulce y humilde: un devocional de 14 díasMuestra
Considera esto de Jesús. En las categorías que muestra Levítico, Él es la persona más pura que ha caminado sobre la faz de la tierra. Él era Puro. Cualquiera que haya sido la causa de los horrores que nos avergüenzan a nosotros, que naturalmente somos impíos y caídos, generaría en Cristo una vergüenza mayor. No podemos comprender la transparente pureza, santidad y limpieza de su mente y corazón. Tampoco su simpleza, inocencia ni amor envolvente.
Y, ¿qué hizo Jesús cuando vio al impío? ¿Cuál fue su primer impulso cuando se cruzó con prostitutas y leprosos? Se acercó a ellos. Con una piedad que inundaba su corazón, y un anhelo de verdadera compasión. Él pasaba su tiempo con ellos. Él los tocaba. Todos podemos testificar del tacto humano. Un cálido abrazo produce un efecto que las cálidas palabras de bienvenida no pueden hacer.
Pero, hay algo aún más profundo en el tacto compasivo de Cristo. Él estaba trastocando el sistema judío. Cuando Jesús, el Puro, tocaba al sucio pecador, no se ensuciaba. El pecador quedaba limpio. El ministerio terrenal de Jesucristo era el que le devolvía su humanidad a los pecadores que no eran merecedores.
Jesús caminó sobre la tierra rehumanizando al deshumanizado, ser sucio e impío. ¿Por qué? Porque su mismo corazón no le permitía dejarlo pasar. La tristeza lo enfrentaba en cada pueblo. Entonces, dondequiera que fuera, siempre lo confrontaba el dolor y el anhelo, y por ello difundía su bondadosa y contagiosa misericordia limpiadora.
Pero esto sucedió cuando habitó la tierra. ¿Qué sucede hoy?
Aquí recordamos el testimonio del Nuevo Testamento en el cual: "Jesucristo es el mismo hoy y siempre y por los siglos" (hebreos 13:8). El mismo Cristo que lloró en la tumba de Lázaro, llora con nosotros en nuestra solitaria desesperanza. El mismo que alcanzó y tocó a los leprosos pone su brazo alrededor de nosotros ahora cuando nos sentimos incomprendidos y marginados.
El Jesús que alcanzó y limpió a desastrosos pecadores alcanza nuestras almas y responde a nuestra mediocre súplica con la sagrada e invencible limpieza de Aquel que no soporta no hacerlo.
En otras palabras, el corazón de Cristo no está lejos a pesar de que su presencia esté en el cielo, por lo que hace todo esto por medio de su propio Espíritu. Por medio del Espíritu, Cristo mismo no solamente nos toca, sino que además vive en nosotros.
Escritura
Acerca de este Plan
Explora el corazón de Cristo por los pecadores y por aquellos que sufren, con una breve lectura diaria de las Escrituras y una meditación que refleja un aspecto particular del corazón de Dios y de Cristo. Comprende no solamente lo que Jesús hizo por ti, también lo que piensa de ti. De esta manera podrás ser cambiado de una manera profunda y duradera.
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