VamosMuestra

Amar a nuestro enemigo

Por S. George Thomas

Patricio fue secuestrado por piratas a los 16 años, alejado de su familia en Inglaterra, llevado a Irlanda y vendido como esclavo a un cacique bárbaro irlandés. Se le asignó la labor servil y mundana de cuidar las ovejas de su amo, y Patricio tuvo que soportar meses de soledad en los montes salvajes de Irlanda sin ninguna compañía excepto las ovejas. Luchando por sobrevivir el clima helado y luchando desesperadamente con el dolor que lo carcomía por el hambre, Patricio se volvió al único al que podía pedirle ayuda… Dios.

Patricio había crecido entre lujos, hijo de un noble, no había pasado mucho tiempo pensando en Dios. Aunque había crecido en un hogar cristiano—su padre era diácono de su iglesia y su abuelo un anciano—pero su fe no era real. Pero ahora, sus condiciones desoladas y soledad abrumadora lo llevaron a buscar a la única Fuente que podía darle fuerzas y consuelo. Tal como David, el chico pastor de ovejas, había hecho muchos años antes, pasó días aislado derramando su corazón delante de Dios. Él escribe: “Cuidar rebaños era mi trabajo diario y yo oraba constantemente durante las horas de luz. El amor de Dios y el temor de Él me rodearon más y más, y la fe creció al tiempo que el Espíritu despertaba, de manera que en un día podía decir hasta cien oraciones y casi tantas después del anochecer, incluso cuando me quedaba en los bosques o en la montaña. Me desperataba y oraba antes del alba, a través de la nieve, escarcha, lluvia, porque el Espíritu en mí ardía.”

Esto continuó por siete largos años, hasta que una noche Dios le habló a Patricio en un sueño diciédole que sus oraciones habían sido escuchadas y que debía levantarse e irse, porque venía un barco que lo llevaría a casa. Aunque no estaba cerca de ningún mar y no tenía idea en qué dirección debía ir, Patricio salió en fe siguiendo la guía de Dios. Caminó más de 200 millas, sin detenerse ni cuestionar ni una sola vez hasta que llegó al mar donde un bote estaba anclado en la bahía.

El capitán del bote vio a Patricio con recelo cuando preguntó si podían llevarlo a Inglaterra y no le permitió que abordara el barco. Así que Patricio comenzó a alejarse y a orar. Antes de que pudiera terminar su oración, uno de los miembros de la tripulación vino corriendo tras él pidiéndole que volviera al barco. El capitán había cambiado de parecer de pronto y ahora se estaba esforzando mucho para complacer toda y cada necesidad de Patricio.

El viaje de Patricio a casa fue largo y difícil, pero unos años después volvió a casa a los brazos abiertos de su madre y su padre. Intentó ajustarse a su vieja vida, pero por más que se esforzó, Patricio no podía olvidar a los que lo habían tenido cautivo por siete años.

Una noche, mientras Patricio dormía, tuvo una visión de un hombre irlandés llamándolo para que volviera a Irlanda porque estaban irremediablemente perdidos y en necesidad absoluta de la luz de la verdad de Dios. Aunque sus padres le rogaron que permaneceiera en Inglaterra, Patricio decidió obedecer el llamado de Dios y volvió a la tierra de su cautiverio para llevar la luz del evangelio a los que estaban perdidos en la oscuridad. Porque Cristo había dado Su vida por él, Patricio creyó que era lo mínimo que podía hacer.

Patricio tenía todo el derecho razonable de quedarse en las comodidades de su hogar, rodeado de su familia. Pero poniéndo su vida y libertad en las manos de Dios, volvió a Irlanda a proclamar el mensaje del amor y perdón de Dios a todos los que escucharan … a sus enemigos. Viajando por las tierras, bautizó a miles de conversos, discipuló a nuevos creyentes, inauguró muchas iglesias, entrenó líderes de la iglesia, ordenó pastores, luchó contra la injusticia y envió misioneros y evangelistas. Y por la obediencia de Patricio al Señor, una nación completa fue evangelizada y el curso de la histora cambió. Eventualmente, un gran grupo de misioneros emergió de Irlanda y llegaron a Escocia, Inglaterra y el resto de Europa, iniciando un avivamiento extraordinario. De hecho entre el año 650 y 850 d.C., más de la mitad de los comentarios bíblicos que conocemos hoy fueron escritos por los irlandeses.

La Biblia cuenta la histora de dos hombres que se encontraron en una situación similar a Patricio. Dios los llamó a llevar Su mensaje a sus enemigos. Pero cada uno respondió de maneras completamente diferentes. Jonás decidió ignorar el mandato de Dios de ir a Nínive y huyó en dirección opuesta. Su desobediencia lo llevó a ser tragado por un pez enorme. Por otro lado, cuando el Señor vino a Ananías en una visión y lo llamó para encontrar a su enemigo Saulo—un hombre conocido por cazar y matar a todos los que seguían a Jesús—y orara por su sanidad, Ananías decidió obedecer y confiar en Dios. A través de la obediencia de Ananías, Dios se movió en la vida de Saulo, quien después se conviertio en Pablo, el responsable de escribir más de la mitad del Nuevo Testamento.

Aunque nunca es fácil, la instrución de Jesús de “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen.” no es una sugerencia ni una solicitud. Es un mandamiento.

Tu “enemigo” puede ser tu vecino, un compañero de trabajo difícil o hasta alguien que fue tu amigo cercano y te traicionó. No importa quien sea, pídele al Señor que te muestre cómo puedes mostrarle su amor activamente a esa persona hoy. Luego ve y sigue su guía.

Versículo de memoria

"Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder." Mateo 5:13–14