Una vida de intimidad con DiosSample
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Presencia antes que regalos
“...Jacob se quedó solo en el campamento, y llegó un hombre y luchó con él hasta el amanecer... —No te dejaré ir a menos que me bendigas —le dijo Jacob. —... Entonces bendijo a Jacob allí...”, Génesis 32:24-29 (NTV).
Las bendiciones cuestan, ¡y mucho! Jacob fue bendecido después de prevalecer en oración durante toda una noche. Nosotros, en cambio, queremos sus bendiciones a precio de ganga. ¡Dios no está de oferta! ¡Y tampoco sus bendiciones! Basta de acercarnos a Dios con una mentalidad de tienda de descuentos. Esperamos mucho de Dios y lo amamos poco. ¿Cómo te sentirías si tu hijo se acordara de ti solamente cuando tiene una necesidad? Ama a Dios por encima de lo que pueda darte. Su presencia vale más que sus regalos. ¡Olvídate de sus manos y busca su rostro!
Buscar su rostro significa conocerlo. Y eso solo se logra creciendo en intimidad a través de encuentros profundos y reiterados con Él.
Orar es hablar con Dios, pero hablar no necesariamente significa intimidad. Una conversación puede no ser íntima; al contrario, puede ser muy superficial. De hecho es lo que sucede a menudo. Vamos con nuestro decálogo de peticiones y se lo presentamos a Dios. Anunciamos qué queremos y nos vamos. La intimidad no es monólogo; intimidad es diálogo, pero también es silencio, afecto, compañerismo. Mientras nuestras oraciones sean simplemente peticiones padeceremos del síndrome del supermercado. Vamos al ‘súper’ cuando la alacena está vacía. Tomamos el carrito y cargamos todo lo que necesitamos. Así hacemos con Dios. Acudimos a Él cuando nos falta fuerza, ánimo, dinero o salud. Eso es cualquier cosa menos intimidad. La verdadera intimidad implica llegar a las partes más profundas y menos visibles, a las zonas más reservadas de una persona y profundizar el conocimiento mutuo. Y para eso hay que pasar tiempo con Dios. Antes de buscar su unción, busca su amistad. ¡No te emociones con sus regalos, emociónate con su presencia!
Los que oran bien, trabajan bien. Los que oran más, obtienen los más grandes resultados. El equipo para la vida de oración es sencillo, consiste particularmente de un lugar quieto, una hora quieta, y un corazón quieto. Dios no habla cuando estamos apurados.
“Señor, ayúdame a encontrar un lugar sereno y de calma donde pueda tener una cita contigo todos los días de mi vida. Quiero conocerte y disfrutar de una amistad creciente contigo. Que mi pasión sea tu presencia, antes que tus regalos. Amén”.
Scripture
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Cada día es una oportunidad para experimentar la presencia del Señor. Dios mismo es quien te extiende la dulce invitación para el encuentro santo: "Mi corazón te ha oído decir: «Ven y conversa conmigo». Y mi corazón responde: «Aquí vengo, SEÑOR»" (Salmo 27:8).
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