Haciendo negocios a la manera de DiosSample
Día 4: A nuestro Dios le gusta trabajar
El trabajo no forma parte de la maldición. Lo vemos antes del pecado y la caída del hombre y Jesús enseñó que el trabajo es eterno. El Cielo no es una aldea de retiro en las nubes; es donde el trabajo de Dios se hará más eficientemente porque el pecado habrá desaparecido. Como si se quitara la arena de los engranajes de una transmisión, todo funcionará más suavemente.
Dios se revela por primera vez en Génesis como Creador, Trabajador y Empresario. La palabra griega usada en Juan 5,ergazomai, significa "trabajar; estar comprometido con; ministrar sobre". La Tierra pasará y se transformará, pero el cosmos creado que la engloba será atendido eternamente por el Todopoderoso y Su Familia. La naturaleza laboral de Dios trasciende a la siguiente era. En el Apocalipsis, vemos a la Iglesia descendiendo a su morada terrenal desde los cielos con Cristo en su centro, gobernando sobre y desde la Tierra. La promesa de un Cielo sin trabajo es una herejía y revela una falta de información bíblica y de conocimiento de Dios.
El trabajo es el propósito de mi alma intangible en el universo de Dios; permite que mi interior se revele al mundo exterior. ¿Quién cree usted que ve su "verdadero yo" con más claridad: ¿su pastor, que lo ve unas pocas horas a la semana en su mejor comportamiento, o su jefe, que lo ve ocho horas al día cuando se siente bien, mal o desagradable? Basta con decir que el trabajo revela su alma.
Nuestro trabajo refleja nuestros motivos, actitudes y objetivos. De hecho, la economía tiene mucho más que ver con el alma de las personas que el análisis de las tendencias monetarias o bursátiles, que miden más los resultados que las causas. Las ideas tienen consecuencias, y los valores espirituales se manifiestan rápidamente en nuestro trabajo. De todas las grandes religiones del mundo, solo el cristianismo tiene una teología del trabajo. ¿Por qué? Porque el trabajo es una vocación santa y eterna, y a Dios le encanta trabajar. Los cristianos suelen tropezar en la idea de que su trabajo en el mundo es carnal. Debemos deshasernos de la idea del trabajo como de segunda clase. Dios ama y honra a los comerciantes y profesionales de los negocios tanto como a los que se ganan la vida en el ministerio.
En la parábola de los obreros, Jesús ilustra que Dios odia el desempleo. Muchos de nosotros nos relacionamos con este pasaje desde el punto de vista de los obreros y de la "injusticia" de que se les pague igual por un trabajo desigual. Sin embargo, esta es una actitud socialista que revela más nuestro problema con la envidia que con la justicia. El corazón de la parábola es la profunda agitación del terrateniente por los que están inactivos en el mercado. Nunca se menciona la preocupación por las ganancias o el fruto de su viña personal; más bien, su preocupación suprema son las vidas no contratadas (o desempleadas) —hombres y mujeres "pudriéndose" en la vida.
Dios odia ver a la gente sin trabajo. Nuestra solución moderna es repartir ayudas sociales, pero pagar a alguien para que no trabaje le roba la dignidad y le daña el alma. Dios, el amante del trabajo, ve la tragedia de los dones no utilizados y de un sistema que crea dependencia y desamparo en lugar de ayuda. Nuestra cultura ha perdido la ética del trabajo, la raíz de la productividad económica del mundo industrializado. Muchos ven el trabajo como una maldición, siendo el objetivo de su labor llegar al fin de semana y obtener cosas materiales. El renacimiento de la ética bíblica del trabajo es una clave para el cambio económico, y el cambio fundamental no ocurrirá hasta que la Iglesia se arrepienta y comience a ver el trabajo como un llamado bendecido.
En última instancia, el Todopoderoso conseguirá que su pasión por el trabajo se realice en Sus hijos e hijas tan cierto como que Él es Dios, ya sea aquí en la Tierra o en la Eternidad.
Pensamiento del día: El trabajo es un llamado santo y eterno.
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