«Mis Preguntas, Sus Respuestas»Muestra

«Seamos lo que la Palabra de Dios dice que somos»

Comencé a formar parte activa del cuerpo de Cristo, sirviendo en una congregación cerca de mi casa. Allí trabajaba con los adolescentes y los jóvenes. Sin embargo a los pocos años, comencé a observar la generalidad en dicho lugar, me di cuenta que eso no podía ser todo. En apariencia se veían como una iglesia ordenada, pero que no daba su vida por los demás. Para amar a Dios se necesita de un pensamiento correcto acerca de Él, y lo que yo observaba tenía muy poco de lo que el Señor reveló de sí mismo. 

A Dios se lo debe amar como Él dice que debe ser amado y se lo debe servir como Él dice que debe ser servido. Este es el principal y gran mandamiento. Eso explica por qué nadie debería hacer lo que su corazón dice. El Dios en el que creemos, es un Dios que se reveló a sí mismo, diciendo exactamente quién es, cuál es su voluntad y su propósito con y en nuestras vidas. Las Escrituras, revelan una sola iglesia y esa iglesia, interpreta la persona de Jesucristo en todo.

Ahora bien, si todos pensamos y estamos de acuerdo que la Palabra de Dios es verdad, entonces, también es verdad que nadie puede ir en pos de Cristo si no se niega a sí mismo, toma su cruz y lo sigue. Es imprescindible revisarnos. Algo no está bien, ¡algo no está funcionando!

Todos los avivamientos registrados a través de toda la historia de la iglesia se han sustentado en concientizarnos y regresar a los principios, tanto vivos como eficaces, de la Palabra de Dios. Y esto mediante una revelación de esa Palabra escrita, revelación nacida a su vez, de una búsqueda profunda, ferviente, honesta y transparente de la persona de Dios.

Nuestro Dios, no es un Dios oculto, Él no se esconde. Y precisamente es su «Palabra» escrita la que revela su persona, su corazón y su perfecta voluntad para cada uno de los que formamos su iglesia. No estoy hablando de teología sino de las verdades más simples, claras e inapelables, que la Palabra pone a nuestro alcance. No todos vamos a ser líderes reconocidos, profesionales exitosos o presidentes de una nación, pero todos podemos ser fieles, los hijos que Dios desea que seamos, teniendo siempre en cuenta que todo lo santo, lo puro, lo que es de buen nombre y todo lo sagrado, Dios lo puso a nuestro alcance.