«Mis Preguntas, Sus Respuestas»Muestra

«El plan perfecto»

Después de obtener las respuestas a mis preguntas, me di cuenta que Dios me estaba llevando de nuevo a los pies de la cruz, al lugar donde lo había encontrado por primera vez, para que recuperara la alegría de la salvación. Alegría que parecía haberse opacado por pasar más tiempo ocupado de la obra del Señor, que del Señor de la obra. ¡Dios quería mi corazón! Luego, el Señor completó su palabra diciendo: «Deseo que cuando la gente te vea, no te vea a ti, sino a mi Hijo». 

Entendí que era completamente necesario morir, para ser lo que Él esperaba que yo fuera: un invisible.

Me sentí flotar sobre la agitación, inquietud y una sensación de mareo. De repente todo era grande, inabarcable, honesto y puro; y la alegría se paseaba por mis pensamientos para decirme: «¡Claro! ¡Es así! ¡Nada se ha perdido! ¡El evangelio sigue siendo real! ¡Su palabra es verdad, y aunque la iglesia haya cambiado, Dios sigue siendo el mismo hoy, ayer y por los siglos! Si la iglesia le pertenece a Dios y es el cuerpo de Cristo, y Cristo es su cabeza, ella debe interpretarlo completamente, ¡debe tener su ADN en todo!»

Quisiera contarles cómo se manifestó a mi vida desde un principio. Mi abuelo paterno era alcohólico y agresivo. Cuando mi abuela se casó con él, tenía quince años y estaba escapando de su casa y de su realidad. El resultado de esa unión, fue un hogar violento, en el que mi abuela era golpeada a la vista de sus hijos. Con la esperanza de una vida mejor, tomó en sus brazos a mi padre, quien en ese momento era un bebé, y comenzó a caminar hacia las vías del ferrocarril para suicidarse. Me emociona pensar que en cada paso que ella daba, Dios también estaba pensando en mí. Con las características propias de una escena diagramada por Él, allí se encontraba un hombre con una Biblia bajo el brazo.

Este hombre, no tardó en advertir la angustia de aquella jovencita, y acercándose, le preguntó cómo podía ayudarla. Mi abuela, rompió en llanto y en ese preciso lugar se encontró con el Autor y Consumador de la vida. Cada vez que recuerdo esta historia, agradezco a Dios por aquel hombre, que sólo por hacer lo que Jesús hubiese hecho, termina engendrándome a mí.

Este recuerdo estaría incompleto, si no mencionara, que a su tiempo, mi abuelo también se encontró con Cristo y llegó a ser un fiel hijo de Dios. Incluso fundó una congregación donde sirvió hasta el día en que murió. Así fue como la buena noticia del evangelio llegó a mi familia y a mi vida.