El Poder De PerdonarMuestra

Volver a encarrilar el tren

Hace unos años hice un viaje en tren de Pekín (China) a Ulanbaatar (Mongolia). El viaje nos llevó a través del gigantesco desierto de Gobi y tan lejos como la estepa mongola. En un momento dado, en plena noche, nuestro tren se detuvo en la frontera entre China y Mongolia y subieron algunos agentes para comprobar nuestros pasaportes. Cuando nos dieron el visto bueno, ocurrió algo muy extraño, el tren empezó a elevarse en el aire. Levantaron todo el tren, quitaron las ruedas y pusieron otras nuevas.

Empecé a preguntar por qué tenían que cambiar las ruedas y resulta que en su día, cuando Mongolia estaba controlada por la Unión Soviética, los chinos utilizaban raíles de distintos tamaños para no ser invadidos por los rusos. Para que un tren cruzara la frontera, era necesario cambiar las ruedas, es sólo una diferencia de tres pulgadas entre las dos vías, pero si no cambias las ruedas, te quedarás atascado allí.

He conocido a personas que parecen estar atascadas en una frontera de sus vidas. Una experiencia -un daño, una injusticia, una traición- descarriló sus vida y dejaron que esa experiencia los definiera, no pudieron olvidarla y se quedaron atascados. La falta de perdón es la diferencia de tres pulgadas que te parará en seco. Pero la decisión de perdonar es el cambio que te permite seguir adelante.

El cristianismo se basa en el acto consciente y voluntario de un hombre que asumió el pecado de los que le ofendieron y le hicieron daño, y decidió no echárselo en cara a nadie. Jesús nos perdonó, Él es nuestro ejemplo de perdón. Como dijo C.S. Lewis: "Ser cristiano significa perdonar lo inexcusable porque Dios ha perdonado lo inexcusable que hay en ti".

El verdadero perdón no es fácil, de hecho, a veces es completamente difícil. Pregúntale a Jesús, que en un momento dado suplicó: "Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya" (Lucas 22:42). Tú conoces el dolor emocional y la culpa que arrastras por tus propios fracasos y por cómo la gente te ha herido. ¿Te imaginas lo que supondría cargar con ese peso por todas las personas que han existido?

Jesús tomó el duro camino del perdón porque sabía que era la voluntad de Dios para él y para el mundo. Fue un acto de obediencia. "Aprendió la obediencia por medio de lo que padeció" (Hebreos 5:8). Jesús perdonó y nos dice "ahora vayan y hagan lo mismo" (Lucas 10:37). Él nos da el poder de perdonar.

Cuando Pedro le preguntó cuántas veces tenía que perdonar a alguien que le había hecho daño, Jesús le contó la parábola que leemos en el pasaje de hoy. El rey de la historia estaba furioso con el siervo que no perdonaba a los demás. Después de reprenderlo, entregó a ese hombre que no perdonaba a los carceleros para que lo torturasen.

Aferrarse a la falta de perdón puede sentirse como una tortura, y Dios no eliminará esos sentimientos si elegimos no perdonar. Pero cuando elegimos el duro camino del perdón, nos liberamos de esa prisión. El perdón no es opcional para los seguidores de Cristo y, como todo lo que Dios nos pide, el perdón es bueno para nosotros, nos libera del dolor de vivir con heridas del pasado.

En este plan de lectura, veremos lo que dice la Biblia sobre el perdón, compartiré algunas experiencias personales sobre cómo aprender a perdonar. También compartiré algunos de los mitos (o mentiras) que me han comentado a lo largo de los años como pastor y consejero sobre el perdón. Quiero ayudarte a liberarte del dolor del pasado, usando las verdades de Dios, para que puedas cruzar la frontera hacia los amplios espacios abiertos de la vida abundante que Dios tiene para ti.