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Día 4: El fruto se manifiesta

Una frase de Jesús que ha marcado profundamente mi corazón es: “Por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:16). En este contexto, Jesús hablaba de falsos profetas: personas que proclamaban, “Así dice el Señor”, cuando en realidad Dios no había dicho nada. Predicaban un mensaje, pero sus acciones eran incoherentes con lo que enseñaban. Una vez, refiriéndose a los fariseos, Jesús dijo: “Hagan todo lo que les dicen, pero no hagan lo que ellos hacen, porque no practican lo que predican” (Mateo 23:3).

Esto nos lleva a reflexionar sobre algo fundamental: podemos parecer, pero no ser. Un ejemplo perfecto para ilustrar esto es el trigo y la cizaña. A simple vista, ambos se parecen, pero al ser machacados en las manos, el trigo produce semillas, fruto, mientras que la cizaña se convierte en basura que el viento se lleva.

El verdadero reto de ser fructíferos es que nuestras acciones reflejen lo que predicamos. Jesús nos llama a ser hacedores de Su Palabra y no solo oidores (Santiago 1:22). Tarde o temprano, el fruto en nuestras vidas hablará de lo que realmente hay en nuestro corazón.

En Gálatas 5:22-23, Pablo nos describe el fruto del Espíritu, enumerando nueve virtudes que deben manifestarse en quienes tienen al Espíritu Santo en su corazón: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza. Este pasaje nos reta porque muchas veces confundimos estar llenos del Espíritu con simplemente experimentar manifestaciones temporales de Su poder. Sin embargo, alguien verdaderamente lleno del Espíritu Santo manifiesta estas virtudes de manera consistente.

Estas características del fruto tienen que ver con la transformación de nuestro carácter. Requieren dominio propio y una búsqueda constante de la presencia de Dios. Reconozcámoslo, en muchas de estas áreas somos débiles. Tal vez nos falta paciencia, respondemos de manera áspera o luchamos con el dominio propio frente a las tentaciones.

Hoy, tómate un momento para meditar y presentarle al Señor esas áreas que necesitas trabajar. Ora y confiesa tus debilidades, porque el proceso de dar fruto incluye podas que Dios hace en nosotros. Como el jardinero que cuida de su viña, Él remueve las ramas que no producen para que las que sí lo hacen sean aún más fructíferas.

La temporada de frutos se acerca, pero para estar listos, permitamos que Dios siga trabajando en nuestras vidas.