ReencuentroMuestra
Cuando el apóstol Juan entró en el Espíritu, pudo oír la voz del Señor. Era una voz de la que estaba familiarizado, pero a su vez era fuerte como el estruendo de muchas aguas. ‘¿Pero qué es esto?’ ‘¿Y esta voz, de quién es?’ ‘¿Quién me está hablando?’
¿No le ha pasado a usted que ha recibido una llamada de un “número desconocido”, y no lo atendió porque pensó que provenía de una agencia publicitaria, pero ante la insistencia contestó, y no tardó unos segundos en reconocer que era un familiar o amigo suyo? Pues algo así le sucedió a Juan. Era de esas voces de las que usted dice: “¡Espera! No me digas quién eres, ya te voy a identificar”, y unos segundos después, dice: “¡Tanto tiempo!”.
¿Cómo podía Juan no recordar la voz del Señor? De repente, cuando se dio vuelta para ver quién le hablaba, se reencontró con el Hijo del hombre, es decir, Jesús en persona. ¡De no creer! ¡Pero Jesús estaba allí! Es como que estaba diciendo: “¿Jesús? ¿Realmente eres tú?” “Yo soy el Primero y el Ultimo, y el que vive”.
Sin embargo, ese Jesús que le había salido a su encuentro era diferente al Jesús que había conocido hace 60 años atrás. ¡Era el mismo Jesús! ¡De eso no había dudas! Pero el esplendor de su gloria era tan fuerte que apenas podía abrir los ojos y verle el rostro. Juan había visto a Jesús, pero en otro nivel. Esto es lo que yo llamo el “reencuentro”.
El reencuentro consiste en un nuevo encuentro con Jesús, pero en otro nivel de gloria. Se trata del mismo Jesús, pues él no cambia. Es el mismo ayer, hoy y para siempre. Pero lo que sí cambia es la amplitud y profundidad de nuestro conocimiento acerca del Verbo que se hizo carne y habitó entre nosotros. Todo se ve distinto. Aclarado este punto, estamos en condiciones de afirmar que el encuentro es para “salvación”, mientras que el reencuentro para “transformación”.
El reencuentro es poderoso porque trae consigo una transformación radical en la vida de aquel que lo experimenta. Se trata de un cambio profundo que vivenciaron por ejemplo los apóstoles en el día del pentecostés. Resulta casi imposible imaginar a un Juan sin mantener una relación personal con Jesús mediante la palabra y la oración. Es decir, Juan siguió con lo que se podría denominar como el segundo, el tercero, el vigésimo noveno, centésimo trigésimo quinto encuentro. ¿Me hago entender? Son los días que usted cuenta a partir del día en que recibió a Jesús en su corazón, recibió el perdón de sus pecados, la justificación, el sello del Espíritu Santo, y la certeza de la salvación como ciudadano del reino de los cielos. Conforme pasan los días, los meses y los años, disfruta de esa comunión cada vez más porque va profundizando esa relación, y logra una unión con el Espíritu Santo. No hace falta que otros le prediquen que Jesús está junto a usted, porque ya tiene un recorrido largo caminando a su lado, y sabe que puede contar con él siempre.
No obstante, algo más sucede en un reencuentro. Insisto: El reencuentro no es la segunda vez que usted se encuentra con Jesús, sino cuando experimenta un encuentro en una dimensión desconocida hasta ese entonces. Volviendo a Juan, tenía 0% de expectativas en la vida, ya no tenía nuevos proyectos, y nada lo sorprendía. De cualquier modo, Jesús lo sacudió mediante un reencuentro que marcó su vida una vez más. Ahora es su turno.
Escrituras
Acerca de este Plan
“No debería ser así” o “es lo que hay”… Si estas frases lo identifican es porque necesita un reencuentro como el apóstol Juan en la isla de Patmos. Todo cobra sentido cuando nos reencontramos con Jesús. En este plan de 5 días, el pastor Ariel Kim le llevará a un terreno espiritual en el que experimentará un reencuentro con Dios.
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Nos gustaría agradecer a La Cuarta Dimension Latinoamerica por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://libreriapeniel.com/producto/reencuentro/