ReencuentroMuestra

Juan no tenía expectativas de nada. Ya nada lo sorprendía. Pero de un momento a otro dijo: “Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor…” (Apocalipsis 1:10, RV60, énfasis mío).

Aquí quisiera detenerme porque esta preposición merece un énfasis, y si usted tiene la opción de incrementar el tamaño de letra, ponga su lupa allí por unos instantes. Traducido literalmente del texto original en griego es: “Sucedió que pasé a estar dentro del Espíritu”. Insisto en esto, porque algunas traducciones dicen “sobre”, y existe una gran diferencia entre en y sobre, sobretodo cuando se relaciona con el Espíritu Santo. No es lo mismo que el Espíritu Santo esté “sobre” nosotros que esté “en” nosotros, así como no es lo mismo una visita esporádica o temporal que una estadía permanente.

Veamos un ejemplo. Ante una misión dada por Dios, era evidente que no se podía lograr el objetivo con fuerzas humanas. Esta es la razón por la que Dios le concedió el Espíritu Santo tanto al rey Saúl como a David. Pero existe una diferencia en ambos casos que lo descubriremos ahora mismo. Con relación a Saúl y el Espíritu de Dios, dice la Escritura:

“Y el Espíritu de Dios vino sobre él con poder, y profetizó entre ellos” (1 Samuel 10:10, RV60, énfasis mío). Es decir que, revestido por el poder del Espíritu Santo, Saúl empezó a profetizar de tal modo que el pueblo se preguntó: “¿Saúl también entre los profetas?” (1 Samuel 10:11). Aquí “sobre” es ‘Ayin lamed ' en hebreo.

Ahora bien, unos capítulos más tarde, David también experimentó algo inusual con relación al Espíritu Santo cuando fue ungido con aceite por Samuel, pues dice la palabra de Dios lo siguiente: “Entonces el Espíritu del Señor vino con poder sobre David, y desde ese día estuvo con él” (1 Samuel 16:13, énfasis mío). Sin embargo, este postrer “sobre” es muy distinto al primero, porque es ‘Aleph lamed'. ¿Nota la diferencia? Si bien ambas preposiciones pueden traducirse en idioma español como “sobre”, este último corresponde más a un “en” o “dentro” que “sobre”. Si yo hubiese sido el traductor, hubiese escrito de la siguiente manera: “Y sucedió que el Espíritu de Dios entró en la vida de David a partir de ese día para morar en él” (paráfrasis mío).

Volviendo a la historia de Juan, ¡lo que estaba diciendo el apóstol era que él se encontraba dentro del Espíritu Santo! Pero esta experiencia no se limita a unos pocos privilegiados, porque Dios quiere derramar su Espíritu a todos los creyentes. Cuando el Espíritu de Dios fue impartido a los 70 ancianos en la época de Moisés, todos empezaron a profetizar. Aun Eldad y Medad, que se habían quedado en el campamento sin poder ingresar al tabernáculo, también profetizaron. Esto llamó la atención de Josué quien corrió adonde Moisés para advertir esta situación. Sin embargo, Moisés respondió diciendo: “¿Estás celoso por mí? ¡Cómo quisiera que todo el pueblo del Señor profetizara, y que el Señor pusiera su Espíritu en todos ellos!” (Números 11:29, énfasis mío). Esto se replica en Hechos 2. “Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en diferentes lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse” (Hechos 2:4, énfasis mío).

Somos como un desierto en el que debe caer la lluvia del Espíritu Santo. Ese viento recio que sopló sobre los 120 en el aposento alto es lo que necesitamos más que nunca antes en este tiempo de confusión, soledad y dolor. ¡Qué bueno que Moisés haya dicho que deseaba que Dios pusiera el Espíritu Santo sobre todos nosotros! ¡Qué hermoso es leer de la pluma del doctor Lucas que todos fueron llenos del Espíritu Santo! Esto quiere decir que usted y yo no hemos sido excluidos de esta gracia sobrenatural. ¡Dios no se olvidó de usted! ¡Él está junto a su persona! ¡Usted no está solo! El hecho de que sienta la presencia del Espíritu Santo significa que Dios no se ha apartado de su lado, ¡y que está de su lado!