Lectura Con El Pueblo De Dios 8: La PazEjemplo

Isaías 8:12-13

"No llaméis conspiración a todas las cosas que este pueblo llama conspiración; ni temáis lo que ellos temen, ni tengáis miedo. A Jehová de los ejércitos, a él santificad; sea él vuestro temor, y él sea vuestro miedo".

El objetivo de la vida cristiana no es vivir sin miedo. Más bien, es tener el tipo de temor correcto.

Vivimos en un mundo lleno de miedo. El mismo aire que respiramos está impregnado de eso. Por donde mires, escuchas a la gente gritar: "¡El cielo se está cayendo! ¡El cielo se está cayendo!". Es el grito del mundo, diciéndonos que el universo se derrumbará si nuestro candidato político preferido pierde. Es el grito de nuestros corazones, insistiendo en que no estaremos bien si nuestra publicación en redes sociales no tiene el rendimiento que deseamos. Es el susurro del diablo, que nos dice la tóxica mentira de que nuestros fracasos nos descalifican del amor de Dios. El miedo está en todas partes: miedo al juicio, miedo a la muerte, miedo al fracaso, miedo a la guerra, miedo a desastres ambientales, miedo al pasado, miedo al futuro, miedo al rechazo. La lista continúa.

La respuesta cristiana más común a este problema es sencilla: elige la fe sobre el miedo. El problema, sin embargo, es que, si nos dejamos llevar por nuestra naturaleza, siempre elegiremos el miedo sobre la fe. Nuestra configuración predeterminada no es la dependencia, sino la independencia. En otras palabras, la fe no surge naturalmente. Desde la caída, nuestros corazones están programados para desconfiar de Dios. Hay una razón por la que "No temas" es una de las frases más comunes en toda la Escritura. Incluso el cristiano más valiente perderá el valor ante un enemigo lo suficientemente grande y aterrador: enemigos como el pecado, la muerte y el diablo.

Entonces, la valentía no es la solución. ¿Qué es, entonces?

El profeta Isaías dice: "No llaméis conspiración a todas las cosas que este pueblo llama conspiración; ni temáis lo que ellos temen, ni tengáis miedo. A Jehová de los ejércitos, a él santificad; sea él vuestro temor, y él sea vuestro miedo". (Isa. 8:12-13). Dios está asegurando a su profeta que los miedos que infectan al pueblo no tienen poder duradero porque Dios es más grande y más fuerte que ellos. Además, en Jesucristo, el que ha atado al hombre fuerte (Mat. 12:29), Dios ha demostrado su solidaridad con nosotros. Nuestros miedos murieron con Jesús en la cruz. Él está a nuestro favor, y "si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?" (Rom. 8:31b).

Padre Celestial, perdóname cuando temo las cosas equivocadas. Enséñame a amarte y confiar en ti por encima de todo, para que el temor del Señor expulse las ansiedades menores que me atormentan a diario. Amén.