Lectura Con El Pueblo De Dios 8: La PazMuestra

Salmo 112:6-8

"Por lo cual no resbalará jamás; En memoria eterna será el justo. No tendrá temor de malas noticias; Su corazón está firme, confiado en Jehová. Asegurado está su corazón; no temerá, Hasta que vea en sus enemigos su deseo".

El Salmo 112 no se entiende bien sin el Salmo 111. Esto pasa a menudo en la Escritura, pero aquí es especialmente cierto porque los Salmos 111 y 112 forman un acróstico basado en el alfabeto hebreo. Están conectados literalmente por letras.

El Salmo 111 habla de la fidelidad de Dios. Martín Lutero lo valoraba mucho y animaba a los cristianos a hacer lo mismo. Dios es un Dios de su palabra. Él cumplirá lo que promete. Su promesa es segura. Esta es la base sobre la que se edifica el Salmo 112.

El Salmo 112 nos cambia el enfoque. Nos habla de la persona que confía en el Señor, que se aferra a las promesas de Dios. Esta persona es bendecida. Nada en el mundo se compara con tener a Dios en sus promesas, que están completamente encarnadas en su Hijo, Jesús, nacido de una virgen, quien vivió, murió y resucitó por nosotros. La promesa de Dios—Jesús—es segura, y por lo tanto, la persona que confía en él también lo es.

"Al final, todo será bueno. Y si no es bueno, no es el final", es una frase que captura el espíritu de nuestros versículos. A través de la confianza en el Dios que no se mueve respecto a lo que ha jurado, los justos tampoco se mueven. Están firmes. Y triunfarán al final, porque son de Dios y Dios siempre gana al final. Dios nunca olvida; le encanta recordar a los justos, y por eso los justos nunca son olvidados.

ANÍMATE. CONOCE A TU DIOS. TEN EN CUENTA QUE ÉL TE RECUERDA.

Tu Dios es el Dios del Salmo 111. El Salmo 112 te describe porque describe a Cristo, en quien tu vida está escondida por fe, en quien ahora tienes vida y vives. La meta no es hacer que el Salmo 112 sea cierto en ti. La cuestión es reconocer que el Salmo 112 ya es cierto en ti. No hacemos realidad estas palabras; nos acostumbramos a ellas. Así que anímate. Conoce a tu Dios. Sabe que él te recuerda. Te ve con gracia, y en él verás el final, que será bueno, y si no es bueno, aún no es el final.

Señor Jesús, nos hiciste conocer a Dios al convertirte en hombre, como el Mesías encarnado. Concede que, al aferrarnos a ti, podamos estar firmes y seguros, así como tú lo estás, porque somos tuyos. Amén.