Lectura Con El Pueblo De Dios 8: La PazEjemplo

Salmo 46:1-3

Dios es nuestro amparo y fortaleza, Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, Y se traspasen los montes al corazón del mar; Aunque bramen y se turben sus aguas, Y tiemblen los montes a causa de su braveza. Selah

A medida que vamos pasando por las distintas etapas de la vida, la frase “estás en problemas” pesa de manera diferente. Cuando somos niños, nos da miedo estar “en problemas” con nuestros padres o un maestro. Durante la adolescencia, meterse “en problemas” es una tentación constante. Luego, en nuestros veinte, treinta, cuarenta y más, estar “en problemas” puede significar dificultades financieras, problemas de matrimonio, depresión o adicción, junto con una larga lista de otras experiencias no tan agradables en las que el problema es una realidad muy presente.

Lo que necesitamos, día a día y de manera desesperada, es un “pronto auxilio en las tribulaciones” (Sal. 46:1). Suena un poco raro en inglés, pero en hebreo dice algo así como: “un auxilio en tiempos difíciles se encuentra con gran facilidad.” En esos momentos difíciles, cuando parece que las paredes se cierran, necesitamos esa ayuda que se “encuentra con gran facilidad". El salmo dice que se encuentra en “Dios, que es nuestro refugio y fortaleza” (46:1).

Aquí está el detalle: Dios no es realmente “la respuesta” que estamos buscando. Queremos una estrategia. Queremos una lista de tareas. Queremos una rutina de ejercicios, posturas de yoga, ejercicios de respiración, algo, cualquier cosa que podamos hacer para lidiar con nuestros problemas. Pero por muy útiles o inútiles que sean algunas de esas estrategias, el salmista dice: “No. Dios es nuestro refugio. Dios es nuestra fortaleza.”

Su fortaleza nos llega como un niño humilde, envuelto en pañales. Su refugio se nos da en su debilidad.

Solo en Cristo, el refugio de los afligidos, la fortaleza de los cansados, podemos decir: “Por tanto, no temeremos aunque la tierra sea removida, aunque los montes sean echados en medio de los mares, aunque bramen las aguas y se turben los montes a causa de su bravura” (46:2-3). No temeremos, no por algo que hay en nosotros, sino por alguien que está a favor nuestro. Cuando las paredes se cierran, los brazos extendidos de la cruz las detienen. Cuando estamos llenos de temores, por dentro y por fuera, la tumba vacía de nuestro Señor resucitado nos predica que, pase lo que pase, en Jesús, que vino a nosotros y a quien ahora esperamos de nuevo, todo estará bien.

Porque Jesús es nuestra poderosa fortaleza, “Dios es nuestro amparo y fortaleza, Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.” en lugar de encogernos de miedo, nos mantenemos firmes y levantamos la cabeza porque somos los amados hijos de Dios.

Padre celestial, cuando los problemas buscan abrumarnos, envía tu Espíritu para llevarnos a Cristo, nuestro refugio y fortaleza. Amén.