Lectura Con El Pueblo De Dios 8: La PazEjemplo

Lucas 1:67-79

Y Zacarías su padre fue lleno del Espíritu Santo, y profetizó, diciendo: Bendito el Señor Dios de Israel, Que ha visitado y redimido a su pueblo, Y nos levantó un poderoso Salvador, en la casa de David su siervo, como habló por boca de sus santos profetas que fueron desde el principio; Salvación de nuestros enemigos, y de la mano de todos los que nos aborrecieron; Para hacer misericordia con nuestros padres, Y acordarse de su santo pacto; Del juramento que hizo a Abraham nuestro padre, Que nos había de conceder Que, librados de nuestros enemigos, Sin temor le serviríamos en santidad y en justicia delante de él, todos nuestros días. Y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado; Porque irás delante de la presencia del Señor, para preparar sus caminos; Para dar conocimiento de salvación a su pueblo, para perdón de sus pecados, Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, con que nos visitó desde lo alto la aurora, para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; Para encaminar nuestros pies por camino de paz.

Zacarías había estado mudo durante todo el embarazo de su esposa, Elisabet. El ángel Gabriel le cerró la boca por no creer la buena noticia de que su esposa, ya de edad avanzada, quedaría embarazada (Lucas 1:20). Después de más de cuarenta semanas de silencio, finalmente se le soltó la lengua, su boca se abrió, y bendijo a Dios con una canción inspirada por el Espíritu, que tradicionalmente se conoce como el Benedictus. El mensaje de esta canción es claro: Todo lo que Dios prometió en el Antiguo Testamento ahora se está cumpliendo.

El Señor le prometió a David que levantaría a un hijo suyo que reinaría sobre un reino eterno (2 Samuel 7:12-16). Zacarías canta que Dios “ha levantado un cuerno de salvación para nosotros en la casa de su siervo David” (Lucas 1:69). Promesa cumplida. A lo largo de la historia, Dios prometió, a través de profeta tras profeta, que vendría a su pueblo para salvarlo. Zacarías bendice “al Señor Dios de Israel porque ha visitado y redimido a su pueblo… para que seamos salvos de nuestros enemigos” (Lucas 1:68, 71). Promesa cumplida. Ya en el libro de Génesis, Dios juró un pacto con Abraham, diciéndole que en su descendencia “todas las naciones de la tierra serían benditas” (Génesis 22:18). Zacarías canta que ahora Dios está mostrando la misericordia que prometió a nuestros padres, recordando su pacto y el juramento que hizo a nuestro padre Abraham (Lucas 1:72-73). Una vez más, promesa cumplida.

El cumplimiento de todas estas promesas se encuentra en Jesús, a quien Juan, el hijo de Zacarías, anunciaría al ir “delante del Señor para preparar sus caminos” (Lucas 1:76). En Cristo, somos “librados de la mano de nuestros enemigos” para que “le sirvamos sin temor” (Lucas 1:74). Esas dos palabras, “sin temor”, marcan un cambio fundamental, porque muchos miedos rodean la vida humana: el miedo a los enemigos, el miedo a la maldad, el miedo a la enfermedad y la muerte, el miedo a la condenación y al infierno. Sin embargo, todos esos miedos se encogen y retroceden ante el Sin Miedo, Cristo nuestro Señor.

En Él, estamos a salvo. Lo que sea que el mundo nos lance no nos puede hacer daño eterno, porque estamos en Él, quién es la vida, el perdón, el cielo y el amor personificados. Todas las promesas de Dios no solo son sí en Él (2 Corintios 1:20), sino sí para ti.

Señor Jesús, cumplidor de las promesas de nuestro Padre, concede que podamos servirte sin temor, seguros y protegidos en la salvación que has adquirido para nosotros y nos has dado. Amén.