PERLAS DIARIAS DE GRACIA - Semana 7Muestra

DÍA 5 - Someterse a Dios

Proverbios 3:5-6

Mateo 16:13-28

Isaías 55:1-13

Santiago 4:1-7

1 Pedro 5:1-11

Hemos parado, reajustado, acatado y descansado. Ahora es el momento de someternos. Hay una cosa que seguramente impedirá que la gracia de Dios en nosotros dé fruto. Es frágil e insignificante, pero no es poca cosa.

Es el orgullo.

Rebotamos entre los dos lados del orgullo. Cuando estamos ganando, pensamos: «Dios, que afortunado eres de que esté aquí; demuéstrame que estás aquí». Cuando perdemos, creemos: «He hecho un desastre de esto; Dios no podría arreglarlo aunque quisiera». Ambos lados evidencian inherentemente orgullo. En un momento pensamos que sabemos más; al siguiente, estamos convencidos de que ni siquiera Dios puede mejorar las cosas.

Para que nuestros caminos sean rectos, tenemos que someternos al Señor, confiar en él y no apoyarnos en nuestra propia inteligencia (Proverbios 3:5-6). Incluso Jesús dijo que no podía hacer nada por su propia cuenta (Juan 5:30). Fundamentalmente, es una batalla espiritual.

Cuando nos sometemos a Dios y resistimos al diablo, Satanás huye de nosotros (Santiago 4:7). La palabra original para someterse, hugotasso, viene de dos palabras: «ordenar» y «bajo». Significa disponer todo bajo una autoridad superior, como la de un «general» en el campo de batalla.

Pero el mundo, nuestra carne y el diablo conspiran constantemente para impedir que nos sometamos. Nos susurran mentiras: «¿Realmente Dios dijo eso?» «Dile que te lo demuestre», «Ya lo tienes; no necesitas la Palabra de Dios».

Jesús experimentó tentaciones como ésta. Venció porque conocía Su arma —la Palabra de Dios— y aceptó plenamente que los caminos de Dios no son nuestros caminos (Isaías 55).

El impulsivo de Pedro lo descubrió después de intentar reprender a Jesús. La respuesta de Jesús fue extrema: «…¡Aléjate de mí, Satanás!...». (Mateo 16:23). Pedro acabó comprendiendo el significado de esta reprimenda. Al escribir su primera carta, termina animando tanto a los «ancianos» como a los «jóvenes» a ser humildes bajo la poderosa mano de Dios.

La sumisión, lo contrario del orgullo, es la única manera de resistir al diablo, que ronda como león rugiente, buscando devorarnos (1 Pedro 5).

Pausa para reflexionar:

Dios te invita a confiar en él. Sabe que puede ser difícil, pero él da gracia a los humildes. ¿Hay algún área de tu vida en la que hayas intentado mantener el control? ¿Qué te impide someter esa área de tu vida a Dios?

Oremos:

Señor, me arrepiento de mi orgullo. He pensado demasiado en mí mismo y demasiado poco en ti. Elijo confiar en ti y no apoyarme en mi propia inteligencia. Amén.