Las consecuencias de la iraMuestra

La ira y nuestra perspectiva

Las personas airadas a menudo levantan un escudo contra quienes las han lastimado o molestado. Incluso pueden hacer todo lo posible por evitarlos por completo. Otras son reacias a aceptar invitaciones o recibir afecto de personas que les han enojado.

¿Alguna de estas acciones describe su forma de tratar a las personas con las que está airado? Aunque crea que no se está lastimando a usted mismo al hacer una o varias de las cosas mencionadas, lo está haciendo. Si se protege de una persona, es probable que se proteja de todas. Quienes albergan un enojo intenso hacia otra persona que les ha lastimado o rechazado, a menudo hacen afirmaciones contundentes como: "Nunca volveré a confiar en nadie en ese aspecto de mi vida" o "Voy a protegerme y no me acercaré a otra persona mientras viva". La ira tiene un efecto aislante e interferirá con su capacidad de crear relaciones estrechas, duraderas e íntimas.

A pocas personas les gusta relacionarse con gente enfadada. La gran mayoría de nosotros elegiría a una persona pacífica y alegre en lugar de una sombría y melancólica. Esto es válido para casi todas las relaciones, ya sean personales o profesionales, íntimas o casuales. Como resultado, las personas enfadadas se encuentran cada vez más solas y no son incluidas, invitadas o involucradas. ¡Este efecto de aislamiento hace que muchas personas enfadadas se molesten aún más! Se resienten al ser rechazadas y buscan justificar o expresar su enfado aún más. El resultado final es una vida vacía. Con el tiempo, la persona enfadada se encuentra muy sola.

Es en estas situaciones que debemos recordar que no debemos aferrarnos a nuestra ira ni responsabilizar a otros por algo que otra persona nos hizo, no importa lo profundo que sea el dolor o la herida. Permitir que Dios cure nuestras heridas y nos proteja de cualquier amargura que pueda resultar, evita que la ira contamine nuestra percepción de los demás y nuestra perspectiva del mundo que nos rodea.