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¿Prosperará?

Dios comparte una parábola a través del profeta Ezequiel. En la parábola, un águila lleva una rama a una nueva tierra y la planta en la tierra. La rama prospera bajo el cuidado del águila, pero viene otra águila y la rama comienza a extenderse hacia ella. Entonces Ezequiel hace esta pregunta: «¿Prosperará?».

A menudo miramos nuestras vidas y las medimos de acuerdo con los estándares del mundo. El mundo presenta el poder, la fama y la riqueza comolasmetas a alcanzar, sin importar el costo. Si nos dejamos confundir y pensamos que las metas de Dios para nosotros son las mismas que las del mundo, podemos creer que tener dinero o ser popular demuestra que Dios nos favorece.

Satanás sabe cómo funciona el corazón humano. Él busca toda oportunidad para tentarnos. También sabemos que Satanás tentó a Jesucristo con poder, fama y riquezas. Por lo tanto, no es descabellado pensar que cuando nos encontramos en posiciones de poder, orgullo y comodidad, podríamos llegar a creer que no necesitamos a Dios o que podemos poner nuestra relación con él en piloto automático porque hemos adquirido todas estas cosas debido a nuestra increíblemente buena posición con él. Podríamos asumir que nuestro «éxito» continuará, pero sin saberlo nos estamos alejando de la voluntad de Dios.

¿Somos amigos de Dios o del mundo? ¿Cuál es el valor de nuestra riqueza si no se usa para servir a Dios? Si nuestro enfoque principal está en cómo nuestra riqueza valida nuestra autoestima, o si solo estamos tratando de satisfacer nuestros deseos, ¿podemos llamar legítimamente a nuestra riqueza «riquezas»? ¿No se consideraría nuestra riqueza o poder más un obstáculo que una bendición?

Por otro lado, sin cambiar nada acerca de nuestras circunstancias o estatus, podemos usar nuestra riqueza y poder para amar y ayudar a los demás. Debemos ver estas bendiciones como regalos para administrar en lugar de trofeos para exhibir.

Señor, por favor, no permitas que la riqueza y el éxito mundano se conviertan en obstáculos para mí. Mantén mi corazón firme en tu voluntad. Muéstrame cómo usar los recursos que has provisto para aliviar la pobreza y el sufrimiento y para traerte honor y gloria. Nunca permitas que el éxito se convierta en un veneno que me aleje de ti.