Lectura Con El Pueblo De Dios - 4Muestra

La Certeza de la Vida Eterna

"... Cristo, por su Espíritu Santo, me asegura la vida eterna..."

La certeza de la vida eterna es uno de los dones más grandes que recibimos a través de Cristo. Esta certeza no se basa en nuestros sentimientos o acciones, sino en la obra terminada de Jesús y en la presencia del Espíritu Santo dentro de nosotros. "Y este es el testimonio: Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en su Hijo" (1 Juan 5:11).

El Espíritu Santo habita en nosotros, confirmando nuestra salvación y recordándonos nuestra esperanza eterna. Esta certeza trae paz y alegría, sabiendo que nuestro futuro está seguro en Cristo. También nos empodera para vivir con una perspectiva celestial, centrándonos en lo que realmente importa y soportando las pruebas con esperanza.

Reflexiona sobre la importancia de tener vida eterna. ¿Cómo impacta esta seguridad en tu perspectiva sobre la vida y la muerte? Permite que el Espíritu Santo te recuerde tu eterna esperanza en Cristo. Deja que esta seguridad te llene de paz y te motive a vivir con propósito y anticipación.

Dedique tiempo a la oración, dando gracias a Dios por el don de la vida eterna. Pídele al Espíritu Santo que profundice tu seguridad y que te ayude a vivir con una perspectiva eterna. Alégrate en la promesa de la vida eterna con Cristo, y deja que esta esperanza moldee tus decisiones y actitudes diarias.

La oración de iluminación de hoy:

Amado Señor, gracias por la seguridad de la vida eterna a través de Tu Espíritu Santo. Ayúdame a vivir cada día a la luz de esta promesa, con esperanza y alegría en mi corazón. Enséñame a enfocarme en las cosas eternas y a confiar en Tu amor inagotable. En el nombre de Jesús, Amén.

Reto de memorización del mes:

Catecismo de Heidelberg Preguntas y respuestas 1

Pregunta 1 ¿Cuál es tu único consuelo en la vida y en la muerte?

R1. Que no soy mío, sino que pertenezco, en cuerpo y alma, en la vida y en la muerte, a mi fiel Salvador, Jesucristo.

Él ha pagado completamente por todos mis pecados con su preciosa sangre, y me ha liberado de la tiranía del diablo. Él también vela por mí de tal manera que ni un cabello puede caer de mi cabeza sin la voluntad de mi Padre que está en los cielos; De hecho, todas las cosas deben cooperar para Mi salvación.

Porque le pertenezco, Cristo, por su Espíritu Santo, me asegura la vida eterna y me hace estar totalmente dispuesto y listo desde ahora para vivir para él.