Lectura Con El Pueblo De Dios - 4Muestra

Pertenecer a Cristo

"Porque yo le pertenezco...".

Pertenecer a Cristo es una realidad profunda que da forma a nuestra identidad y propósito. Esta pertenencia no se basa en nuestros méritos o esfuerzos, sino en el amor sacrificial y la gracia de Cristo. Él nos ha redimido y nos ha reclamado como suyos, haciéndonos parte de su familia. "Pero vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo para su posesión" (1 Pedro 2:9).

Pertenecer a Cristo significa que nuestro valor y valía están arraigados en Él. Ya no nos definimos por nuestros errores pasados o estándares sociales, sino por Su amor y redención. Esta nueva identidad brinda una inmensa seguridad y confianza, sabiendo que somos amados incondicionalmente y aceptados plenamente por nuestro Salvador.

Reflexiona sobre lo que significa pertenecer a Cristo. ¿Cómo influye esta verdad en tu autopercepción y en tu vida diaria? Abraza la seguridad y el significado que vienen de ser parte de la familia de Dios. Deja que esta pertenencia te motive a vivir de una manera que lo honre y lo refleje.

Pasa tiempo en oración, agradeciendo a Jesús por reclamarte como suyo. Pídele que te ayude a abrazar plenamente tu identidad en Él y a vivir esta verdad a diario. Alégrate en la seguridad de que perteneces a Cristo y que nada puede separarte de su amor.

La oración de iluminación de hoy:

Padre Celestial, gracias por el privilegio de pertenecer a Cristo. Ayúdame a comprender la profundidad de Tu amor y gracia que me han redimido. Fortalece mi identidad en Él, enraizada en Tu aceptación incondicional. Guíame a vivir cada día de una manera que honre y refleje Tu gloria. En el nombre de Jesús. Amén.

Reto de memorización del mes:

Catecismo de Heidelberg Preguntas y respuestas 1

Pregunta 1 ¿Cuál es tu único consuelo en la vida y en la muerte?

R1. Que no soy mío, sino que pertenezco, en cuerpo y alma, en la vida y en la muerte, a mi fiel Salvador, Jesucristo.

Él ha pagado completamente por todos mis pecados con su preciosa sangre, y me ha liberado de la tiranía del diablo. Él también vela por mí de tal manera que ni un cabello puede caer de mi cabeza sin la voluntad de mi Padre que está en los cielos; De hecho, todas las cosas deben cooperar para Mi salvación.

Porque le pertenezco, Cristo, por su Espíritu Santo, me asegura la vida eterna y me hace estar totalmente dispuesto y listo desde ahora para vivir para él.