40 Días de AdoraciónMuestra

La sencilla oración “Jesús, perdóname” es algo que puedes orar siempre que te encuentres desviándote del camino que fuiste creado para seguir. Esto se trata de sanación y libertad, no de vergüenza, control o auto-rechazo. En la Biblia, especialmente en las enseñanzas de Jesús, el perdón de Dios estaba directamente vinculado a nuestro perdón hacia los demás. Dios nos perdona libremente, y espera que también perdonemos libremente a aquellos que nos ofenden. Es por eso que Jesús enseñó a sus discípulos a orar: “perdónanos nuestros pecados, así como nosotros perdonamos a los que pecan contra nosotros” (Lucas 11:4).

Recibir el perdón de Dios debería ser un hábito diario, al igual que perdonar a otras personas. Ambos van de la mano. Él nos ofrece su misericordia, y nosotros, a su vez, la ofrecemos a los demás.

Hace años, alguien hizo un comentario que me hirió. En lugar de lidiar con eso y dejarlo ir, permití que la ofensa echara raíces en mi corazón. Lo que comenzó como una molestia menor se convirtió en un dolor profundo y en amargura, y me encontré genuinamente sintiendo antipatía por esta persona.

Tres años después, estaba en una reunión donde esta persona estaba presente, junto con otra a la que también le guardaba rencor por otra razón. Todo el grupo estaba a punto de tomar la comunión, pero la voz del Señor resonó claramente dentro de mí. Dijo: “No puedes participar en la comunión porque albergas una ofensa en tu corazón”. Sabía que el Señor quería que buscara su perdón en ese mismo momento. Luché con eso, inseguro de cómo proceder y preocupado por lo que otros podrían pensar.

Me di cuenta de que el Espíritu Santo me guiaba hacia la libertad, y obedecí su mandato. Abrí mi corazón y confesé ante la sala que había sentido animosidad hacia dos personas. Me disculpé públicamente. El poder de la cruz y la gracia de Dios se manifestaron en esa habitación, y la ofensa que había consumido mis pensamientos y atado mi corazón durante tres años se desvaneció en un instante. Los dos hombres me pidieron disculpas amablemente, aunque yo no estaba buscando eso y solo intentaba pedir perdón por mi propia actitud. Nuestra amistad se restauró, y seguimos siendo amigos hasta el día de hoy, treinta y cinco años después.

Nunca olvidé la lección de que el perdón conduce a la libertad. Te invito a descubrir lo mismo. Si estás albergando ofensas o amarguras, acude a Jesús. Recibe su perdón, luego permite que su misericordia fluya a través de ti hacia los demás. Así como has sido perdonado, perdona a los demás. La alegría, la paz y la libertad te esperan al otro lado.

Preguntas para Reflexionar

1. ¿Alguna vez has experimentado una situación en la que la falta de perdón persistía en tu corazón? ¿Cómo te afectó a ti y a tus relaciones?
2. ¿Cómo proporciona Dios la gracia necesaria tanto para dar como para recibir perdón?
3. ¿Hay alguien a quien necesitas perdonar? ¿Quién y por qué? ¿Estás dispuesto a perdonarle en este momento?