Que cada corazón prepare un lugar

Escrito Por Gabi Bemis

“De repente apareció una multitud de ángeles del cielo, que alababan a Dios y decían:

«Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los que gozan de su buena voluntad».

Cuando los ángeles se fueron al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: «Vamos a Belén, a ver esto que ha pasado y que el Señor nos ha dado a conocer». Así que fueron de prisa y encontraron a María, a José y al niño que estaba acostado en el pesebre. Cuando vieron al niño, contaron lo que les habían dicho acerca de él y cuantos lo oyeron se asombraron de lo que los pastores decían. María, por su parte, guardaba todas estas cosas en su corazón y meditaba acerca de ellas”—Lucas 2:13–19 (NVI)

Ningún día es tan emocionante y memorable como el día de la boda de alguien o el día en que una pareja da la bienvenida a su primer hijo. Los eventos que tienen lugar a lo largo de ese día despiertan una emoción y una alegría tan grande que producen en nosotros el deseo tanto de compartir con los demás este acontecimiento como valorar cada momento del mismo. El pasaje de hoy habla de un evento mucho más significativo.

Los pastores predican

Humildes, despreciados e impuros . . . Así es como se consideraba a los pastores en aquellos días. Aun así, es a aquellos, los que se creían menos dignos para recibir tal noticia, a quienes los ángeles se les aparecen. Tal vez Dios, como Aquel que escudriña los corazones, encontró en estos mansos hombres unos corazones dispuestos a recibir al mensaje que los ángeles compartirían.

Al oír las Buenas Nuevas de los ángeles, los pastores salen a toda prisa y se dirigen a Belén para ver por sí mismos lo que acababan de oír, y en efecto, encuentran a su Rey recién nacido en un establo de Belén, envuelto en un pesebre.

La prontitud con la que recibieron el mensaje y trataron de descubrirlo por sí mismos los convirtió en los primeros evangelistas del Evangelio.

La gente se maravilla

El entusiasmo de los pastores no podía ser contenido, ¡tenía que ser compartido con otros! Los primeros en recibir el mensaje evangélico proclamado por los pastores fueron los habitantes de Belén. ¿Te imaginas la escena? Hombres tan emocionados que apenas podían hablar, tartamudeando de la emoción, parecían como si todo su mundo se hubiera puesto patas arriba. Sin formación en seminario ni título religioso, predicando sobre lo que habían visto y oído: ¡el Salvador del mundo ha nacido!

¡La gente responde con asombro! Están asombrados; desconcertados por la noticia. "¿Es posible que, en la pequeña ciudad de Belén, el Dios encarnado haya venido a morar con nosotros?".

La maravilla con la que la gente respondió los hizo bendecidos más allá de toda medida.

María reflexiona

Hay alegría mezclada con caos en todo lo que ha sucedido. La tensión de la noche, la búsqueda de un lugar para dormir, los dolores de parto, los llantos surrealistas de un bebé recién nacido ahora dan paso a pastores desconocidos que entran en el establo y comparten el motivo de su visita sin previo aviso. La noticia de los ángeles, el coro, el mensaje; todos llevan a María de vuelta al primer ángel que se le apareció nueve meses antes, anunciando el nacimiento del Mesías. ¡Por fin había llegado el día! Y María lo asimiló todo, cada palabra, y la atesoró en su corazón.

La forma en que María meditó esas cosas en su corazón reveló su fe.

El Evangelio y nuestros corazones

Los personajes de este pasaje revelan una poderosa verdad sobre la venida de Cristo a la Tierra: los corazones abiertos reciben y responden a las buenas nuevas.

Si queremos ver a Dios en esta temporada navideña, debemos abrirle nuestros corazones. Esta historia muestra que, al escuchar el Evangelio, la verdad trascendental que Dios ha enviado a Su Hijo al mundo para morar con la humanidad y salvar a la humanidad de sus pecados, ¡tu corazón se siente abrumado por esta maravillosa noticia!

Al igual que los pastores, los corazones abiertos reciben las buenas nuevas y buscan diligentemente hasta que encuentran más de Dios y luego lo comparten con los demás; Ellos han probado y visto Su bondad. Al igual que la gente de Belén, los corazones abiertos escuchan el evangelio y se llenan de asombro; se quedan maravillados al saber que Dios mismo quiere que le conozcamos. Al igual que María, los corazones abiertos atesoran la Palabra de Dios con sumo cuidado; creen en el Dios que cumple sus promesas hasta que las ven hacerse realidad en sus vidas.

Amigo, considera tu propio corazón en esta temporada navideña. ¿Has perdido tu asombro? ¿Tu corazón se ha vuelto apático o se ha extraviado? Entonces deja que tu corazón escuche el mensaje de los ángeles como si fuera la primera vez: "¡Hoy te ha nacido un Salvador!"

Un Salvador, Aquel cuya muerte y resurrección nos da vida eterna, cuya sangre limpia cada uno de nuestros pecados, cuyo amor es poderoso para transformarnos de adentro hacia afuera. Hoy, este Salvador, Jesucristo, es accesible para ustedes y para mí.

¡Escucha el Evangelio y deja que tu corazón despierte!

"¡Alegría al mundo, el Señor ha venido! Que la tierra reciba a su Rey. ¡Que cada corazón le prepare un lugar, y que el cielo y la naturaleza canten!"

Pausa: ¿En qué está enfocado tu corazón en esta temporada de adviento? ¿Cómo está tu corazón?

Práctica: Al igual que los pastores, cuéntale a alguien que conozcas hoy acerca de Jesús y de lo que Él ha hecho por ti.

Ora: Jesús, gracias por venir a la Tierra para nacer como un bebé. ¡Tu nacimiento es la mejor noticia que jamás se haya contado! Señor, abre mi corazón para recibir esta noticia hoy con asombro y fe. ¡Recuérdame la alegría de Tu venida y dame valentía para compartir ese mensaje con alguien que lo necesite hoy! Te amo, Señor Jesús, mi Salvador. Amén.