Elige perdonarMuestra
¿Hasta cuándo, oh Dios? El grito de los corazones enfadados.
Idea principal: ¿Acaso la falta de intervención significa que a Dios no le importa?
El reto: En momentos de dolor, resiste la tentación de estar enfadada con Dios.
«¡Despierta! ¿Por qué duermes, Señor? ¡Levántate! No nos rechaces para siempre. ¿Por qué escondes Tu rostro y te olvidas de nuestra aflicción y de nuestra opresión?» (Salmo 44:23-24).
Acurrucados en el sofá de la sala, buscando consuelo en tazas de té caliente, o metidos en cálidas camas, pero sin poder liberarse de la sensación del frío malestar, esta noche encuentra a millones de padres y personas como yo en un estado precario.
Enfadados. Estamos realmente indignados.
Otra tragedia sin sentido. Vidas vulnerables apagadas. No importa a qué tragedia me refiero exactamente. En el momento en que tú leas estas palabras podría haber otra en los titulares, pero ya sabes a qué tipo de sentimiento me refiero.
Estamos enfadados con el autor de este atroz crimen. Estamos enfadados con los que no lo impidieron. Estamos enfadados con «el otro bando» que utiliza la tragedia para obtener beneficios políticos. Estamos enfadados porque nos sentimos impotentes. Nuestros hijos, con los ojos llenos de lágrimas y la voz entrecortada por el sentimiento, nos preguntan: «¿Por qué Dios no detuvo esto?». No tenemos respuestas.
Estamos enojados porque sabemos que Él pudo haberlo detenido.
«He llegado a creer que, en un nivel, toda amargura se dirige en última instancia hacia Dios. Puede estar revestida de ira hacia una persona o grupo de personas que nos han hecho daño, pero en realidad se extiende mucho más allá de ellos, muy por encima de ellos» (Nancy DeMoss Wolgemuth, Escoge Perdonar).
Nuestros corazones imploran como el del salmista «¡Despierta! ¿Por qué duermes, Señor? ¡Levántate! No nos rechaces para siempre» (Sal. 44:23). A los ojos de nuestra mente, estamos en el barco con los discípulos de Jesús mientras Él duerme en medio de la tormenta: «Maestro», le acusamos, «¿no te importa que perezcamos?» (Mr. 4:38).
¿No te importa?
Y ese es el meollo del asunto. Citando nuevamente a Nancy: «La perspectiva de un Dios poderoso que no parece preocuparse lo suficiente por nosotras como para intervenir en nuestra situación, nos inquieta». ¿Qué respuesta calmará a nuestros corazones enfadados? Solo conozco una: Dios es Dios y nosotras no.
En momentos de profundo dolor, ya sea por pecados cometidos directamente contra nosotras o por pecados perpetrados contra los más vulnerables entre nosotras, debemos resistir el impulso de enfadarnos con Dios. Hay un lugar para la ira justa (Sal. 4:4), pero la ira contra un Dios santo que es en sí mismo amor y justicia nunca es correcta. Simplemente está mal.
En cambio, debemos descansar nosotras mismas y confiar a nuestros seres queridos a Su amoroso cuidado, recordando que «el Protector de Israel no se adormece ni duerme» (Sal. 121:4). Es en el hecho de recordar, que nosotras también encontramos el descanso.
Hazlo personal:
¿Cuándo es que «ser honesta con Dios» sobre nuestro dolor cruza la línea y se vuelve pecaminoso? Dedica un tiempo a orar, pedir perdón y arrepentirte por las respuestas pecaminosas que el Espíritu te traiga a la mente.
Escrituras
Acerca de este Plan
Libérate de la amargura y da un paso hacia la esperanza. Perdonar es difícil porque el dolor, la ira y el resentimiento se filtran en las grietas más profundas del corazón y no estamos seguros de cómo limpiarlas. Afortunadamente, Dios está listo para enseñarnos cómo encontrar la libertad a través del perdón. No dejes que la amargura carcoma tu corazón. Toma el reto para elegir el perdón y sé libre.
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Nos gustaría agradecer a Aviva Nuestros Corazones por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://www.avivanuestroscorazones.com/retos/reto-de-30-dias-eligiendo-perdonar/