Adoración en MateoMuestra

Jesús en nosotros es adoración al Padre

El reino de los cielos se ha acercado, dolencias y enfermedades son sanadas y la fama del Rey comienza a extenderse. Sobre los que vivían en densas tinieblas, ha resplandecido la luz (Mt. 5:16).

¿Cómo es este reino que se ha acercado en Jesús? ¿Cómo se vive? En lo que conocemos como el Sermón del Monte, Jesús nos dice cómo es seguir al Rey de este lado del cielo. Porque este reino perfecto no sólo ha alumbrado los ojos de los imperfectos. Esta gracia no sólo ha llegado al inalcanzable, sino que también lo transforma y lo hace brillar. Jesucristo no sólo ha venido a sanar nuestras dolencias, sino que también nos ha redimido y nos ha hecho aceptos para alabanza de la gloria de su gracia (Ef.1:6-7). Ahora podemos ver, pero también en nosotros pueden ver a Cristo y glorificar a nuestro Padre celestial (Mt. 5:16).

Mateo señala a Jesucristo como el cumplimiento de lo dicho por el profeta Isaías (Mt.4:14). En Isaías capítulos 42 y 49 encontramos claras referencias al propósito de Dios de traer salvación y luz a todas las naciones a través de Israel y del Mesías. Y en Juan 8:12 encontramos una de las 7 declaraciones de Jesús conocidas como los “Yo Soy”: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida".

En el Sermón del Monte, la declaración del Reino, Jesús usa el mismo título para referirse a sus seguidores. Vimos a Jesús identificándose con nosotros al ser bautizado en el Jordán. Ahora lo vemos identificándonos con Él y llamándonos a participar de la gloria del Padre de este lado del cielo.

Mucho tiempo pensé que mis buenas obras serían esa luz; mis escasas buenas obras serían las que producirían gloria al Padre en aquellos que las vieran. Allí, frustrado por las medianamente buenas obras y por los pocos espectadores, levanté el cajón y allí seguía aquella luz verdadera que alumbra a todo hombre (Jn. 1:9), Jesucristo, el Verbo de Dios, en su Palabra.

Jesús es la luz del mundo. Y sólo por su gracia, Jesús en nosotros es adoración y gloria a nuestro Padre Celestial, a quien pertenecen por siempre y para siempre.