Desarrollando liderazgo espiritualMuestra

El liderazgo es un asunto de cuidar y alimentar a otros – parte II

Pastorear es cuidar, proteger y sustentar.

El líder cristiano está para cuidar, servir, alimentar, proteger y guiar. Cuando se deja de cuidar a las personas, se renuncia al derecho a liderar. Nuestro cuidado por las personas es la base para liderarles. Hay un dicho que dice: a las personas no les importa cuánto sabes hasta que sepan cuánto les importas.

Liderar desde el punto de vista espiritual entraña una gran responsabilidad, la de apacentar el rebaño del Señor: "Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos para apacentar la iglesia del Señor". (Hechos 20:28). "Apacentad el rebaño de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey". (1 Pedro 5:2-3).

En estos pasajes la palabra cuidado resalta el trabajo de velar por el bienestar de las ovejas, como lo expresa Hebreos 13:17: "Vuestros pastores …velan por vuestras almas como quienes han de dar cuenta. Pero no solo deben velar como pastores, sino también como centinelas. Deben proteger al rebaño de todo lo que les puede hacer daño".

Eso implica estar dispuestos a exhortar, amonestar, redargüir, corregir e instar. Pastorear es también aconsejar (1 Tesalonicenses 5:14). Por eso Pablo le mandó a Timoteo: “…que instes a tiempo y fuera de tiempo, redarguye, reprende, exhorta son toda paciencia y doctrina". (2 Timoteo 4:2); y a Tito a exhortar con sana doctrina, y convencer a los que contradicen (Tito 1:9).

Esto también incluye interceder por cada una de la ovejas: “orando…con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos” (Efesios 6:18). Además, debe involucrarse apasionadamente, aun pudiendo llegar a las lágrimas, como el apóstol Pablo lo hizo: “…sirviendo al Señor con toda humildad, y con muchas lágrimas” (Hechos 20:19).