Libertad De La AdicciónMuestra

Durante años, mis adicciones me llevaron a cometer acciones que resultaron en mi arresto por infringir la ley. Cuando infringí la ley, tuve que pagar una multa. Cumplí mi condena en la cárcel, pagué multas y pasé por un período de libertad condicional. La policía tenía el derecho legal de hacer cumplir estas sanciones porque yo estaba equivocado.

En este sentido, la ley espiritual es la misma: pequé y quebranté la ley de Dios durante años mientras era adicto. Al hacerlo, le di al enemigo el derecho legal de atormentarme. Hablando espiritualmente, el pecado abrió la puerta para que el enemigo clavara sus anzuelos en mí.

Para liberarme de estos ganchos y cadenas, una multa por mis malas acciones necesitaba ser pagada en su totalidad. Esto es lo que hizo Jesús en la cruz. “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, quien se dio a sí mismo en rescate por todos” (1 Timoteo 2:6).

Cristo, quien nunca pecó (2 Corintios 5:21), tomó nuestro lugar y pagó el precio de nuestras malas acciones. Cuando confesamos nuestros pecados, estamos admitiendo que estábamos equivocados. Estamos aceptando el perdón de Dios a través del sacrificio de Cristo en la cruz. Es por eso que se llama la Buena Nueva porque alguien pagó el precio de mi transgresión de la ley espiritual y, a cambio, me da un favor inmerecido y una pizarra limpia. Ese alguien es Jesucristo, el Hijo de Dios.

Es Su abundante gracia la que nos hace libres y luego nos capacita para vivir libres.

Consejo de oración

Dale gracias a Dios por Su gracia; la gratitud nos ayuda en este proceso. Luego, encuentra y confiesa tus pecados a un líder espiritual. Durante este proceso, pídele a Dios que te dé una comprensión más profunda del sacrificio de Cristo en la cruz. Recuerda, cada uno de nosotros ha pecado y se ha quedado corto (Romanos 3:23).

Paso de acción

Sumérgete en confesarte con Dios. ¿Por qué esperar? Al confesar nuestras malas acciones y recibir la oración de otro creyente, arreglamos las cosas con Dios. Es entonces cuando la gracia de Dios nos baña y nos libera. Pasa tiempo con un compañero creyente que esté caminando en rectitud con Dios y confiesa y recibe el glorioso perdón y la gracia fortalecedora de Dios.