En El Ojo De La TormentaMuestra

0El descanso ordenado

Dios, nuestro Padre, creador y fabricante de esta máquina a la que llamamos cuerpo, nos ideó de tal forma que el mecanismo debe detenerse y descansar, tanto física como emocionalmente, a riesgo de fundirse y romperse. Cuando no descansamos apropiadamente algo se rompe dentro de nosotros; ese equilibrio mental que permite el buen funcionamiento se altera y ya nada funciona con gracia y armonía. Los engranajes se atascan y finalmente se destruyen.

Nuestra sociedad presupone que la acción y los logros son mejores que el descanso, que hacer algo –cualquier cosa– es mejor que no hacer nada. Aun cuando nuestras intenciones sean nobles y nuestros esfuerzos sinceros, incluso cuando en el liderazgo dediquemos nuestras vidas al servicio de los demás, la presión corrosiva de la hiperactividad no puede dejar de causarnos sufrimiento a nosotros y a los demás. En nuestra cultura occidental consumista, exhibimos la hiperactividad como un trofeo, mostramos nuestra habilidad de resistir el estrés como una señal de fortaleza interior. Cuanto más ocupados estamos, creemos que lucimos más importantes ante los demás. Vivimos en una vorágine que succiona nuestro tiempo, nuestras fuerzas, nuestra capacidad de disfrutar y hasta nuestro gozo. Dios humilla nuestras vidas a través del descanso, mostrándonos que en realidad nada depende de nosotros (aun cuando sentimos como si todo el mundo estuviera en nuestras espaldas).

Dios nos ordena: “Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios”. No hace falta decir nada, ya sabemos todo. Solo hace falta acordarnos.

Para pensar: ¿Por qué crees que Dios fue tan enérgico al indicar el descanso? ¿En qué parte de la Biblia vemos a Dios el Padre descansando? ¿Y al Hijo? ¿En qué forma la desobediencia al mandato de descansar suele repercutir en lo físico, emocional y espiritual en tu vida?

Dejanos tus comentarios