[Guerra invisible] La guerra es realEjemplo

Las micro batallas

Las micro batallas de distracción que parecen consumirnos son el fruto de una mega guerra de destrucción diseñada para matarnos.

La verdadera guerra a la que nos enfrentamos es invisible; no es uno contra el otro, sino contra las fuerzas espirituales malvadas en los lugares celestiales. Contrariamente a lo que la cultura quiere que creamos, de acuerdo con la Palabra de Dios, no tenemos que luchar unos contra otros. Nos necesitamos desesperadamente unos a otros para esta verdadera guerra que enfrentamos. Debemos afinar las formas en que estamos a favor el uno del otro en lugar de encontrar siempre cómo estar unos contra otros.

Estamos en una guerra invisible y tenemos un enemigo. Tu enemigo no es tu esposa, ni tu marido. No es un partido político. Tienes un enemigo. Ese enemigo es oscuro, calculador, astuto, malvado y lleno de arrogancia y rebelión. Ese enemigo nos odia y quiere distraernos, dividirnos, desalentarnos, deprimirnos y, finalmente, destruirnos. En Juan 10:10, Jesús lo llama ladrón que solo viene para robar, matar y destruir.

Lo único que necesitamos reconocer, primero y de una vez, es esto: ¿Creemos que hay un reino espiritual invisible? ¿Creemos que tenemos un enemigo allí? ¿Creemos que Satanás es real? ¿O nos imaginamos a este formidable enemigo colgando en traje rojo de lycra, con un trinche en la mano, como dibujo animado para niños? ¿Qué opinas? ¿Qué crees acerca del diablo, el acusador, el calumniador, el adversario? Empecemos por ahí.

C. S. Lewis dijo una vez: «Hay dos errores similares y a la vez opuestos en los que nuestra raza puede creer sobre los demonios. Una es no creer en su existencia. La otra es creer y sentir un interés excesivo y enfermizo sobre ellos».

Como hijas e hijos de Dios, somos llamados a tener comunión con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Dios es más que suficiente para satisfacer todas nuestras necesidades espirituales. Ya no estamos atados a las tinieblas, fuimos transferidos al reino de la luz, y las tinieblas no han vencido a la luz (Juan 1:5).

Gracias Padre, por darme la victoria sobre mi enemigo. Ayúdame a verlo tal como está, derrotado. Él no tiene poder sobre mí porque me someto al señorío de Jesucristo. Amén