Vulnerabilidad en el LiderazgoMuestra

Vulnerabilidad: Humana condición

¿Por qué será que los líderes sienten que tienen que mostrarse completamente perfectos, resistentes, saludables, felices, con familias impecables, enérgicos a toda hora del día y capaces de resolver lo que sea en un par de minutos, siempre están en control de cualquier situación, por más compleja que sea? Sin embargo, eso no solo es irreal e insostenible, sino que también mantiene restringidas las posibilidades de crecer. Las comunicaciones modernas están requiriendo a todos un modelo de liderazgo más creíble, más real, más imperfecto, en fin, más vulnerable.

La vulnerabilidad implica aprender a lidiar con la ineludible fragilidad humana, es aprender a recrearse en la debilidad y aprender a manejarla hacia el aprendizaje, el crecimiento y la efectividad en la gestión.

La palabra vulnerabilidad proviene del latín vulnerabilis. Está compuesto por vulnus, que significa 'herida', y el sufijo -abilis, que indica ‘posibilidad’. Por lo que, etimológicamente, vulnerabilidad implica una mayor probabilidad de ser herido. Algunos sinónimos para la palabra vulnerabilidad son debilidad, flaqueza, susceptibilidad, riesgo y amenaza. Algunos de los campos más estudiados de la vulnerabilidad son: social, informativa, ambiental, económica, alimentaria, física y laboral.

Como seres humanos somos vulnerables aunque no lo sepamos, sintamos, creamos o aceptemos. Basta con pararse en algún centro financiero del mundo (Nueva York, Tokio, etc.) entre grandes edificios y con mucha gente alrededor, para sentirte insignificante o vulnerable. Según Andy Crouch, ser vulnerable en cierta forma es “celebrar nuestra insignificancia, de nuestras vidas pequeñas y transitorias” ante la majestad de Dios, ante la abrumadora realidad a nuestro alrededor y ante los peligros latentes del mundo.

De esa manera el salmista David refirió a “Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú has establecido, digo: ¿Qué es el hombre para que de él te acuerdes, y el hijo del hombre para que lo cuides?” (Sal.8:3-4 LBLA). Mientras más se acerca alguien al Dios del universo, experimentará al menos dos cosas, un sentido de pequeñez indescriptible, y a la vez, el sentido de la grandeza del Dios que le acompaña. Ambas son abrumadoras.

Para reflexionar: “Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:3).