Eligiendo a Dios en Lugar De Las Cosas Del MundoMuestra

Lectura: Génesis 49:29—50:26; Éxodo 13:19; Juan 14:1–3

EOAO: Juan 14:1–3

“No se angustie vuestro corazón. Creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay. Si así no fuera, yo os lo hubiera dicho. Voy, pues, a prepararos un lugar. Y una vez me haya ido y haya preparado lugar, vendré de nuevo y os llevaré conmigo, para que estéis también donde yo esté".

En el Texto

El último capítulo del Génesis pone fin a los acontecimientos de las vidas de Jacob y José. Ambos hombres mostraron una gran fe en las promesas de Dios en sus últimos días. Sabían que Egipto no era su hogar. Dios prometió darles una tierra propia, y Egipto no lo era. Aunque ni Jacob ni José vieron a Dios cumplir esa promesa, ambos actuaron con fe al ordenar a sus hijos que llevaran sus huesos a la tierra prometida.

Jacob y José vivían a la espera de la tan esperada bendición de Dios. Estaban convencidos de que Dios llevaría a Su pueblo a la tierra que había prometido darles. Después de su muerte, los hijos de Jacob y toda su casa llevaron su cuerpo al lugar del entierro que Abraham compró al heteo. Jacob fue enterrado con sus padres, descansando en la tierra de la promesa. Esta procesión presagiaba otra que llegaría años después, cuando Moisés sacó los huesos de José de Egipto y los israelitas fueron liberados de la esclavitud. Ambos hombres mostraron su fe en la promesa de Dios, aunque no vieron la promesa cumplida.

Los creyentes en Cristo hoy en día también están esperando el cumplimiento de una gran promesa. Jesús ha prometido regresar y dar a todos Sus seguidores un lugar de descanso final con Él. Él ha preparado un lugar para todos los que creen en Él y lo han aceptado como su Señor y Salvador. Hoy, como creyentes en Cristo, anhelamos el cumplimiento de esa promesa.

La muerte de un creyente en Cristo no es el final. Por el contrario, es el comienzo de la plena realización de todas las maravillosas promesas de Dios. Jacob y José murieron creyendo que Dios cumpliría Su promesa y llevaría a sus descendientes a Su tierra prometida. Del mismo modo, cuando los creyentes en Cristo mueren, lo hacen creyendo que Dios cumplirá Su promesa, llevándolos con Él al lugar que ha prometido, el lugar que ha preparado para ellos. Cuando vivimos y morimos basándonos en las promesas de Dios, la muerte pierde su poder. Porque nada puede impedirnos heredar las promesas de Dios, ni siquiera la muerte.