¡Yo Creo!Muestra
Una fe que se eleva
En la vida enfrentamos tiempo de bonanza y tiempo de adversidad. La verdad es que no quisiéramos tener que experimentar este último. Es más fácil el tiempo de risa que el tiempo de llanto. La realidad es que queramos o no siempre habrá aflicción en el mundo, como dijo nuestro Señor Jesucristo. Las palabras que siguen a esa aseveración del Señor son enormes y se elevan por encima del llanto, del dolor, de la escasez, de la enfermedad, del temor y de todas las aflicciones que se puedan experimentar.
Jesús dijo: “Pero confiad Yo he vencido al mundo" (Jn. 16:33). Ese Yo de poder, de soberanía, de autoridad está con nosotros. Así es que cuando hablo de una fe que se eleva, hablo de la confianza en Dios que trasciende los malos tiempos para que los ojos puedan fijarse en el poderoso gigante que está a nuestro lado.
Es la fe que llevó al profeta Habacuc, quien tenía ante sus ojos humanos un cuadro devastador de su pueblo, a decir: “Aunque la higuera no florezca … con todo yo me alegraré en Jehová y me gozaré en el Dios de mi salvación, Jehová el Señor es mi fortaleza, el cual hace mis pies como de siervas y en mis alturas me hace andar” (Hab. 3:17-19).
Ciertamente no es fácil, nuestra humana debilidad no es capaz de enfrentar con valentía la adversidad. Es la fe de Cristo en nosotros la que se eleva, la que nos conecta con el Altísimo. Es esa fe la que nos permite abrir nuestros ojos espirituales y ver los carros de fuego liderados por Dios que nos rodean (2 Rey. 6:16-17).
Esa confianza que descansa en quién es Dios y no en quiénes somos nosotros, es la que también permitió a los amigos de Daniel decir al rey Nabucodonosor, cuando les quería obligar a adorar su estatua bajo la amenaza de echarlos a un horno de fuego: “He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará” (Dan. 3:17).
Miremos esa fe, y nos daremos cuenta que es una fe gigante, es una fe que sabe quién es su Todopoderoso Dios, el único que tiene poder para librarles. En una expresión de gran confianza le dijeron a Nabucodonosor: “Nos librará”, dando por hecho la intervención de Dios para protegerlos.
Pero seguimos leyendo y vemos como toma alas la fe de estos siervos de Dios para decir con gran valentía: “Y si no”, es decir aun cuando no sea así, “sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses". ¡Qué conciencia de la soberanía de Dios y cuánta fidelidad! Si conocemos la historia del horno de fuego sabemos cómo Dios honró la fe de ellos enviando a Su ángel para que les protegiese y les librase del fuego ardiente.
No estamos solos, no luchamos solos, Dios está con nosotros.
Oremos, amados hermanos, pidámosle a Dios que fortalezca nuestra fe, que nuestro corazón pueda descansar confiadamente en Sus promesas. Oremos para que, en tiempo de calma así como en tiempo de tormenta, nuestra fe se eleve a ese lugar donde nuestra alma esté convencida de la soberanía, el poder y la bondad del Dios a quien servimos.
Una fe que pueda decir como dijo el salmista: “Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón; aunque contra mí se levante guerra yo estaré confiado" (Sal. 27:3).
Acerca de este Plan
No hay duda alguna de lo lejos que están muchas personas de Dios. Los males que aquejan este mundo son cada vez mayores. El Señor Jesús hizo una pregunta muy inquietante a Sus discípulos: “Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?”. Si nos hubiera preguntado a nosotros, ¿qué responderíamos? En este plan reflexionaremos sobre el don precioso de la fe.
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Nos gustaría agradecer a Grettchen Figueroa por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: http://facebook.com/GrettchenStage